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jueves, 16 de noviembre de 2017

CAPÍTULO 58: VUELTA A CASA

CAPÍTULO 58: BRASOV-BUCAREST-BARCELONA-SEVILLA


Ha pasado ya una semana desde mi accidente en Brasov, y el tiempo parece haberse detenido. He intentado asimilar que lo que ha pasado ha sido real y no una pesadilla. Después de todo el vaivén de emociones de las últimas semanas, hoy es mi último día en Rumania, regreso a España. A pesar de mis problemas de memoria, he tenido que gestionar los primeros pasos para la reclamación al seguro, repatriación de la moto y la mía. En ese tiempo, recibí llamada de Mihai que se ofreció a llevar la moto a Bucarest, pero yo prefiero que mi moto sea reparada en España, si es que tiene arreglo. También he podido quedar una vez más con Eugene, para recoger el Falco Stradale y llevarlo a un depósito a la espera de que sea recogida allí y mandada a mi país.

Son las 03:00 de la mañana y me he levantado tan temprano ya que hoy, por fin, regreso a mi país. Vendrá un conductor a recogerme y me llevará al aeropuerto de Bucarest, donde sale mi avión a las 07:00 con destino en Barcelona. En la ciudad condal me esperará una escala de unas 4 horas mas o menos y después cogeré otro vuelo con destino a Sevilla, ciudad a la que llegaré sobre las 17:00 aproximadamente, ese será el triste epilogo de la aventura. Cojo mi equipaje, tampoco es que me quede mucho “con vida” y lo monto en el “taxi” que ha venido a por mi. El nombre del conductor es Adrián, el cual va impecablemente vestido, y que ya me acompañó a la cita médica de ayer. Nuevamente, me recoge en un Opel Astra rojo. Salimos de Brasov y nos dirigimos hacia el sur rumbo a Bucarest, aunque apenas hay tráfico coincidimos con algunos camiones por una carretera de asfalto regular. Por lo poco que puedo observar de paisajes veo una región de frondosos bosques, en puertos de montaña por los que ascendemos circulando por sinuosas curvas, a ambos lados de la carretera veo también casas centenarias y granjas. Ojalá hubiera podido afrontar el asalto al Transfalgarasan, pero Adrián me baja de la nube al decirme que lleva cerrado desde septiembre. Mi conductor también me cuenta un poco su historia: Hace unos diez años era una firme promesa del futbol rumano, incluso iba a ser fichado por el Steaua de Bucarest, sin embargo, una desafortunada lesión le apartó de la competición. Trabajó algunos años en Barcelona en cruceros como animador deportivo para niños y adultos, también ha trabajado en Ibiza e Italia como entrenador personal. Por eso, habla perfectamente ingles, italiano, rumano (claro está), pero el español se le resiste un poco todavía. Ahora, con 28 años, trabaja como conductor para una empresa que no le paga muy bien, su sueño es montar un negocio con su novia que trabaja de abogada. Yo le cuento un poco de nuestro aventura, no es cuestión de monopolizar la conversación ni tampoco de aburrirle con una historia que bien podría darnos para veinte viajes a la capital rumana.




Después de 2 horas de viaje proceloso llego al aeropuerto de Bucarest y me despido de Adrián con la promesa de volver algún día a Rumania para terminar esta aventura en moto. Adrián me pasa su teléfono para que le llame si necesito cuando regrese al país de los Carpatos. La verdad es que a pesar del accidente de tráfico que he tenido y que ha truncado mi oportunidad de conocer el país no me puedo quejar en absoluto del trato que me han dispensado sus habitantes. El aeropuerto de la capital rumana, ciudad que está empezando a despertar, es bastante austero y no hay mucho con lo que pasar el tiempo, pero da igual, tampoco los ánimos están para muchos trotes. 




No tengo ganas de nada ya que Rumania la he conocido desde la cama de un Hospital y, sinceramente, prefiero verla con M Carmen cuando volvamos. Llega la hora de coger mi vuelo pero me resisto a embarcar ya que eso significará que abandono DESAFIO SIBERIA 2017. Sin embargo, no me queda más remedio, he llegado a donde la moto ha podido, después de 9000 kms desde Mongolia. Supongo que lo que he vivido aquí ha sido una especie de epílogo ya que la aventura terminó el día que ese coche se cruzó en mi camino y aunque no acabó con mi vida si ha acabado con mi sueño. 


He tenido suerte, volaré a Barcelona sin compañía en el asiento, tendré espacio para estar más cómodo y reflexionar en todo lo que me ha pasado. Las azafatas van dando las instrucciones de seguridad y el piloto la bienvenida a los pasajeros, pero yo no estoy con ellos. Resuenan el encendido de los motores y el mover de los alerones, en mis manos atesoro mi móvil (asegurándome que tiene batería) y abrazo con insistencia la mochila con las pocas cosas personales que todavía conservo, como si la vida me fuera en ello. De hecho así fue durante mi periplo en solitario, emocionado recuerdo como iniciamos la aventura partiendo desde Málaga y la llegada a Tokio que significó el inicio de nuestro viaje. De eso hace casi tres meses, pero me han parecido tres años. En mi mente se suceden todos esos recuerdos como si de un pase de diapositivas se tratara:
Circular por Tokio con mi Falco Stradale, conmovernos visitando Hiroshima y recordar el pasado español de Nagasaki. Me acuerdo de la amabilidad, educación y clase de esa gente siempre dispuestos a ayudarte. Rusia, con los vastos bosques dorados de Siberia, ese videojuego constante de escapar siempre esquivando agujeros, conductores borrachos, animales, peatones, etc, pero por otro lado la sencillez  y buen corazón de sus gentes. Mongolia, el país de los horizontes infinitos, de un azul increíble y por la noche ese cielo estrellado, nunca vi tantas estrellas. Aunque lo que más me sobrecogió fue… el silencio, eras capaz de escuchar hasta tus propios pensamientos. La europea Estonia y Eslovaquia, la moderna Letonia, conmovedora Lituania, la solitaria Polonia o la salvaje Hungría, se sucedieron ante mi como flashes de un tráiler hasta que abrí los ojos en el hospital de Brasov.

Comienzan las maniobras de despegue y partimos hacia Barcelona puntualmente. Mientras viajo puedo observar por la ventana el amanecer de un nuevo día, el último de esta aventura, me pregunto cuantos habré visto con la duda de si volvería a ver el siguiente. Me acuerdo de tantos paisajes que vi…la cima del monte Fuji, las dunas de Tottori, la nevada Siberia, los extensos desiertos del Gobi (6º más grande del mundo), las playas de Letonia, las cruces de Lituania, la cosmopolitas y monumentales Moscú, con su Plaza Roja y Kremlin o San Petersburgo con sus castillos, puentes, o el crucero Aurora donde comenzó la Revolución Rusa hace 100 años. En el vuelo me pongo los auriculares y escucho, por casualidad, una canción de Coldplay “The scientist”, la de veces que el grupo británico me habrá inspirado y dado fuerzas para afrontar con positividad la vida, y ahora me lleva al borde del llanto mientras escucho el estribillo: “Nobody says it was easy”, que razón tiene la letra de esa canción, desde luego no se me ocurre mejor banda sonora para este epílogo de la aventura, he estado tan cerca de conseguirlo, tan sólo me quedaban 10 días, en fin. Ahora me debato en un sentimiento agridulce: Por un lado me siento triste por no haber completado mi aventura y por haber destruido mi moto. Pero por otra parte estoy contento por estar vivo, he sobrevivido milagrosamente a lo imposible y podré reencontrarme con M Carmen finalmente, aunque no en la forma que me hubiera gustado. Cuantas veces habré soñado con recogerla en el aeropuerto…
Repaso la cantidad de personas que M Carmen y yo hemos conocido y que nos han ayudado en esta aventura, sin ellos hubiera sido imposible llegar desde Japón hasta Europa del Este. Me acuerdo de la pareja de humoristas japoneses que conocimos en Tokio, o del Jack Sparrow oriental. De Morgan, una francesa que abría una cafetería en Kyoto, de Mercedes, una mujer peruana que nos descubrió la idiosincrasia nipona o de Moteiki a bordo de su flamante R6, nuestro primer encuentro motero. Del ruso que junto a su familia nos sacó de ese campo de minas por el que decidimos acortar para llegar a Blagoveshchensk. De los amigos motorizados que nos ayudaron a llegar a nuestro hotel de Chernyshevks, de Vasilisa una chica que nos filmó fugazmente en Chita o del Lama que conocimos en Ulan Udé. Gracias a Soko y Joliet, nuestra estancia en Mongolia fue mucho más amena, tras el accidente. Eso sin olvidar a Sasha y Vladimir que me rescataron del infierno blanco ruso y me ayudaron a cruzar Siberia para llegar a Moscú donde Sergei gestionó la reparación de mi moto en un tiempo record. Pero sobretodo echo de menos a Eugene, se ha portado tan bien conmigo que hubiera gustado despedirme de una forma más cálida que por teléfono. El me ha invitado a su casa si regreso a Rumania, y pienso corresponderle. Es casi imposible citarlos a todos, porque cada día en esta aventura hemos conocido a alguien que nos ha aportado algo, aunque fuera una simple sonrisa.

Llego a Barcelona a la hora prevista, con un sol de justicia, algo extraño para noviembre, pienso que por fin he abandonado la sombría Rumania. Un halo de confort me envuelve según cruzo el control de pasaportes, veo a los primeros policías y guardia civiles, ya me encuentro en casa. Localizo mi próximo vuelo y me dirijo sin entretenerme a los puestos de facturación de Vueling. Allí descubro que puedo facturar mi equipaje y sacar la tarjeta de embarque con cuatro horas de antelación. Perfecto, podré librarme del equipaje pesado y estar solo con mi mochila haciendo tiempo hasta la partida. Me dirijo a la sala de espera de la terminal cerca del finger donde embarcaré. Allí redacto las últimas crónicas y llamo a M Carmen para decirle que estoy bien, a una hora normal ya que hoy partí demasiado temprano. Mientras espero empiezo a experimentar los efectos de mi amnesia anterógrada: Miro constantemente cuando y donde embarcaré para Sevilla porque, sinceramente, según lo miro me olvido a los pocos segundos. No recuerdo mi PIN y me cuesta elegir entre si quiero el zumo natural o de bote. Lo cierto es que siento una gran angustia, afortunadamente, la camarera me deja que me tome mi tiempo para decidir. Es extraño, pero siento como si cerebro se hubiera ralentizado, hasta el punto que con más de una tarea me agobio enormemente. No sólo me cuesta recordar cosas recientes sino que también tomar decisiones sencillas, estoy un poco preocupado, espero que me pueda recuperar en los próximos días.






Llega la hora de embarcar al vuelo con destino a Sevilla, pero haré el embarque desde tierra, como en Estambul. Siempre me ha gustado esa forma de subirme a un avión, le da un carácter más romántico, te da la sensación de ir en pos de una gran aventura como Indiana Jones. Me siento y ahora si, viajo acompañado, pero al igual que en Bucarest me sentaré en el lado de la ventanilla. A medida que el avión se acerca a Sevilla me voy poniendo cada vez más nervioso: ¿Qué le diré a M Carmen? ¿Y a su madre? casi mato a su hija. ¿Qué le diré a mi madre? que no sabe nada del accidente, ¿Cómo le explicaré a todos cuando les diga que he fracasado? Que no he sido capaz de completar la vuelta al mundo, de unir oriente con occidente. 

Ha sido una aventura con mayúsculas, con muchas cosas malas: he tenido que luchar contra el frío, el hambre, el miedo, el peligro, la muerte. Cuantas veces habré pensado en rendirme, en abandonar, sobretodo cuando me montaba en mi moto pensando: “Hoy va a ser el último día que me voy a montar en moto”, pero no lo hice, porque en la vida lo que importa cuando te caes es que tienes que volver a levantarte, una y otra vez, no hay que rendirse nunca. Ese sentimiento de superación, fuera de toda lógica, supongo que es la magia de perseguir un sueño que no ve nadie excepto tu. Pero también hemos tenido cosas positivas en esta aventura: los paisajes, las diferentes culturas que hemos descubierto, la gente que hemos conocido, los amaneceres, rodar con tu moto por sitios insospechados… A pesar de las veces que he coqueteado con la muerte he salido vivo para contarlo, y eso si que ha sido un verdadero éxito. Un éxito de la vida contra la muerte, esa es sin duda la mayor lección que saco de este viaje: el valor de la vida, pero también de que para ser feliz hace falta, en realidad, muy poco. Los niños de Mongolia, que Álvaro me mostró en su ONG, me enseñaron esta gran verdad. Recuerdo las caras de felicidad de esos niños a pesar de todo, algo tan puro que me hace de verdad cuestionarme si en el mundo desarrollado lo somos realmente. Mientras el avión realiza las maniobras de aproximación al aeropuerto, miro las fotos de mi familia y amigos, después de tanto sufrimiento y lucha, me da incluso vértigo volver a verles.

Llego a Sevilla y siento una extraña sensación, a pesar de todas las desventuras que he vivido echo de menos volver a la carretera, volver a la vida nómada y a la aventura. Será que soy un masoquista o que simplemente le tengo más miedo a la rutina que a la nieve en las carreteras de Siberia. Recojo mi equipaje y me dirijo a la terminal de llegadas, con más dudas que certezas en mi corazón. Me detengo por un instante sin atreverme a cruzar al otro lado, será porque eso significará que esta loca aventura ha terminado de manera abrupta. Llega la hora de volver a la rutina, al trabajo, a la hipoteca, a los prestamos, a las responsabilidades, a todas esas cosas que atenazan el espíritu de libertad. No lo se, pero sin duda está no será la última página que M Carmen y yo escribiremos de DESAFIO SIBERIA 2017.

Tras unos instantes de duda cruzo el umbral y allí está ella, M Carmen, con vaqueros negros y chaqueta de cuero roja, está radiante, está guapísima. La miro detenidamente por un instante, como si fuera la primera vez, hace un mes que no la veo pero me ha parecido todo un año. Me acerco y me fundo con ella en un tierno abrazo, cuando me separo la emoción tan sólo me deja decir estas palabras: “Lo siento”, siento tanto todo lo que le he hecho pasar, lo que la he hecho sufrir en la distancia, pero ella no me deja arrancar a llorar y me dice: “Venga, hombre, no te pongas a llorar, que me haces llorar a mi también”, ”Ya estas en casa, estoy orgullosa de ti”. Ahí es cuando no puedo contenerme y le doy un dulce beso, la he echado tanto de menos . Poco hace falta añadir a tan emocionante momento, ya que es la única integrante del comité de bienvenida, pero, sinceramente, no me hace falta nadie más, con ella comencé y con ella concluyo la última etapa de DESAFIO SIBERIA 2017. M Carmen me ayuda con mis cosas y nos disponemos a ir hacia el coche, cuando saca a relucir ese humor que nunca me ha dejado de sorprender: “Venga, date prisa que tengo el coche aparcado en doble fila”, la miro con cara de circunstancia para, seguidamente, romper a reír los dos. Creo que esa ha sido la formula para superar los malos momentos que hemos tenido que afrontar juntos: La positividad.

Cuando me subo al coche, suspiro profundamente mientras miro por la ventana, casi no me creo estar en España, veo tantos cambios y contrastes en comparación con los países que he cruzado, sobretodo tantos coches…

“Te dije que te volvería ver en Europa”  le digo a M Carmen mientras la cojo de la mano. Ella sonríe, vuelve su mirada hacia mi y me pregunta: “¿Qué has aprendido de esta aventura?”. Es una pregunta que me deja de piedra, no me la esperaba, pero recuerdo una frase de Indiana Jones y la Última Cruzada que la contesta perfectamente: “Iluminación”. Concluyo este viaje con un sentimiento muy optimista del ser humano, hay tanta gente que nos ha ayudado tanto que de alguna manera tenemos que devolver esa deuda. Ha sido una verdadera lucha por la vida en la que he aprendido tanto, que es imposible reflejarlo en una sola crónica o foto. Me pregunto como es posible que haya sobrevivido a dos accidentes tan graves, especialmente el de Rumania. Debería estar muerto, pero ¿Por qué estoy vivo? debe existir una razón para ello, mientras la descubro seguiré rodando descubriendo el mundo en moto para mostraros que nada es imposible si realmente se cree en ello. No hay nada más fuerte que la voluntad humana.

Hasta aquí amigos los relatos de DESAFIO SIBERIA 2017 han sido 73 etapas cargadas de aventura y descubrimiento que han tenido su abrupto final en Brasov, Rumania. Pero quiero deciros que esto es tan solo un alto en el camino, el año que viene M Carmen y yo haremos todo lo que esté en nuestra mano para retomar la aventura y concluir nuestra Vuelta al Mundo en moto en pareja, que habrá tenido 3 fases en lugar de 2, como inicialmente planeamos. Hasta entonces, si alguna vez, veis a una pareja de moteros, vestidos de negro, en una moto negra, muertos de frío en una solitaria cafetería de carretera, venid y sentaros con nosotros estaremos encantados de compartir con vosotros las experiencias de nuestras aventuras. Nos vemos en la carretera ¿Dónde? a mitad de camino entre aquí y el olvido.

Muchas gracias a nuestros patrocinadores por apoyarnos:

Pero sobretodo a todos los que nos siguen y que se han sentido identificados con esta aventura desde los más recónditos lugares del globo. A todos, gracias, gracias por rodar con nosotros.


jueves, 9 de noviembre de 2017

CAPÍTULO 57: EL FIN DE UN SUEÑO

CAPÍTULO 57: BRASOV

Me levanto como cualquier otro día, sin embargo, algo raro pasa, es demasiado de día, son 14:30 ¿Cómo es posible que haya dormido tanto? Acostumbrado a salir siempre al alba me he retrasado una barbaridad en iniciar etapa. Tengo que iniciar la siguiente desde Bran hasta Craiova previo paso por el castillo de Vlad Tepes y por el Transfagarasam, la carretera más emocionante del mundo, es como el Stelvio pero a lo bestia, más de 90 kms de curvas cerradas a 2000 metros de altura, pero por una extraña razón me encuentro en la cama.

Salgo de mi letargo, miro a mi alrededor y la verdad es que no comprendo muy bien lo que pasa. Me encuentro en una cama, con un pijama blanco, con todas mis cosas y ropa en una bolsa amarilla con mi nombre, mi casco aparece algo más maltrecho de lo que recordaba, ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo he acabado aquí? Al principio creo que estoy en un hotel de Bran, pero cambio de parecer al verme los brazos llenos de vías, estoy en un hospital, pero ¿Dónde? Intento comunicarme, pero por una extraña razón me cuesta hasta hablar, no me salen palabras ni en ingles ni en italiano, ni siquiera en mi idioma. Me duele un montón la cabeza, el abdomen y estoy muy aturdido. Tampoco comprendo la lengua de los que se encuentran a mi alrededor, acaso ¿He vuelto a Rusia? ¿He vivido un sueño? Me encuentro desorientado, “acompañado” en mi habitación por un señor mayor que apenas puede mantener la consciencia y un joven que me mira desafiante haciéndome gestos de que me va a rajar, además, con la mano invitándome a que le chupe la…. ¿Qué demonios ocurre? No entiendo nada, me encuentro solo ¿Dónde está M Carmen? ¿Pero no la había recogido en Varsovia?

Aparece una enfermera y no sin dificultad le pregunto donde estoy, sin embargo, no me entiende, ¡Que desesperación! Miro entre mis cosas y descubro una bolsa “zip” azul, con unos papeles escritos, aunque no por mi. Veo que estoy en un hospital llamado “Judeteam”, aunque es la primera vez que veo esta palabra me resulta extrañamente familiar, también hay un número de teléfono pero nada más, ¿Dónde está mi móvil? De repente aparece una enfermera que habla italiano y me entrega mi móvil, apenas puedo hablar con ella porque la que está al otro lado de teléfono es M Carmen.

-"Rafa, ¿Cómo estas? ¿Estas bien?" – me dice claramente preocupada
"No lo se" – le respondo – "no se donde estoy".
-"Estas en Brasov, Rumania, en el hospital Judeteam, tu mismo me lo dijiste ayer, ¿No te acuerdas? – me pregunta angustiada."
No
-"Rafa, ¿recuerdas algo de lo que pasó ayer?"
"No"
-"Ayer tuviste un accidente de tráfico, chocaste con un coche a las 16:30, me lo dijiste tu" – me dice casi al borde del llanto.

"Imposible, ayer me estaba comiendo una hamburguesa en Rumania, y me quedaba poco para llegar al destino, pero, ¿Dónde estas tu?"
-"En España"
"No puede ser, yo te recogí en Varsovia"
-"No, mi jefe no me dejo, ¿No te acuerdas?"
"No, ¿estas en el hospital?"
-"No, estoy en España, me volví el 16 de Octubre, tu has viajado desde entonces en solitario, desde Mongolia ¿De eso te acuerdas?"
"Si. Entonces, ¿Estoy sólo?" – le pregunto a ella terriblemente angustiado
-"Si, pero no te preocupes voy a hacer todo lo posible por ir para allá y ayudarte ¿Has visto la moto?"
No ¿Dónde esta?
-"No lo se, pregúntale a alguna enfermera"
"Ninguna habla mi idioma"
-"Búscala. ¿Has hablado con Stefania?"
"No, ¿quien es?" – pregunto intrigado
-"Alguien que te va a ayudar, es rumana pero habla español" – me responde mi novia. En ese momento, otra llamada entra, es un número desconocido para mi. Antes de colgar para atender la llamada, M Carmen me dice: “Debe de ser ella, Rafa, recuerda, estas sólo allí nadie es tu amigo”,

“Hola me llamo Stefania, soy de la empresa Sunnycare, que se dedica a asistir a extranjeros que tienen accidentes de tráfico en Brasov y no tienen a nadie para que les asista. Rafa, ayer a las 16:30 tuviste un accidente a 10 kms de Brasov en Rumania chocaste con un coche. Tranquilo, la culpa fue de él que invadió tu carril, según me comentan los médicos tienes amnesia y una fisura en las costillas. En cuanto a tu moto se encuentra en una fabrica de productos lácteos a las afueras de Brasov, allí fue el accidente. Cuando salgas del hospital puedes ir a verla. Voy a hablar con una enfermera del hospital para que te proporcione un cargador y tengas el móvil siempre encendido.”

Cuando oigo todo el discurso de Stefania, tan sólo la puedo interrumpir con leves balbuceos y repetitivos monosílabos como: Si, bien, claro, etc. Estoy en shock, y al borde del llanto, por lo que se ve he tenido un accidente y llevo casi 24 horas sin saber de mi mismo. Parece que he despertado dentro de una pesadilla, en vano, incluso trato de conciliar el sueño de nuevo, con la esperanza de despertar en un sitio correcto a punto de iniciar la siguiente etapa de mi aventura, pero no, estoy en Rumania y estoy, solo, en un hospital.

Interrumpen mi sueño tres personas, una de ellas policía que está ahí para tomarme declaración sobre lo ocurrido, en el acto también se encuentra Lucian, un interprete oficial de la embajada española que está ahí para asistirme, cortesía de M Carmen que lo ha gestionado desde España. Lo primero que hacen ambos es preguntarme como estoy, les digo que bien, aunque me duele la cabeza y las costillas. La policía me pregunta si puedo recordar algo del accidente y le digo que no recuerdo absolutamente nada. Lucian traduce y me añade lo que el agente dice que no me preocupe que la culpa no ha sido mía, que el conductor está perfectamente identificado y que hay testigos del accidente. También añade que he tenido un porrazo muy gordo, según él he tenido mucha suerte ya que el accidente ha sido muy grave. Bueno, el accidente habrá sido grave pero yo me encuentro entero, afortunadamente. Aprovecho para preguntar como fue el accidente, a esa pregunta responde Lucian, como interprete:

“Un Audi A6 se te cruzó y chocaste con él, diste en el centro del vehículo y destrozaste las dos puertas. Después arrastraste junto con tu moto 60 metros y chocaste contra el muro de la fabrica Olympus”.

También pregunto donde está la moto y Lucian señala a la tercera persona que se encuentra en la habitación, su nombre es Eugene y es ingeniero de la empresa Olympus, una empresa de productos lácteos muy famosa en Rumania, la moto se encuentra allí. Eugene se me acerca y me da una tarjeta indicándome en inglés que la moto está a buen recaudo en esa dirección, también me da una bolsa, con galletas, zumo, leche, fruta, etc. para mi, un bonito gesto sin duda. En ese instante, entra una enfermera con un médico, que prácticamente echa a la calle a todos los que allí había, me coge de la mano y me dice en italiano: “Aquí tienes el cargador, ¿ya estas mejor?” – me pregunta mientras asiento. El medico en ingles me hace un leve reconocimiento de las pupilas y me dice en ingles:

“Chico, en los más de 35 años que llevo de carrera no he visto a nadie que haya sobrevivido a un impacto así, y encima sin hacerse nada, todas las pruebas que te hemos hechos: TAC, escáner, radiografía, han sido normales, no tienes nada roto. Debes caerle muy bien a alguien de ahí arriba, no me lo explico, deberías haber muerto. Ahora mismo sufres amnesia de la memoria a corto plazo, pero no te preocupes en un mes todo volverá a la normalidad, aunque es posible que nunca recuerdes el accidente. En cuanto a las costillas tan sólo puedo recomendarte reposo absoluto”.

“No te preocupes que en breve te damos el alta” – añade la enfermera.

Al irse el médico y la enfermera vuelven a entrar el policía (llamado Florin) Lucian y Eugene. Eugene me dice que no vió el accidente pero que estuvo conmigo desde cinco minutos después de ocurrir hasta bien entrada la noche. Incluso su Jefe le autorizo a que estuviera conmigo todo el tiempo hasta que despertara y estuviera un poco mejor. Sin duda le agradezco tanta atención. Mientras, el policía me dice (gracias a Lucian) que la persona implicada en el accidente no tiene seguro, pero me asegura que en Rumania está circunstancia esta muy penada, así que más le vale pagar. De momento, al conductor le han retenido su carnet de conducir y su vehículo hasta aclarar todo.

Tras unos minutos de charla entre todos, el policía se retira con todos los datos y le acompaña Lucian, me quedo solo con Eugene. Entonces, vuelve a entrar una enfermera con mi comida del mediodía, pero apenas puedo abrirla porque inmediatamente aparece otra con el informe de alta para sacarme de la habitación. Puedo andar, aunque sufro de mareos así que un celador me lleva en silla de ruedas a recepción acompañado de Eugene. Allí una de las enfermeras mas veteranas de malos modos me dice:

“¿Vas a pagar en efectivo o con tarjeta?” – Definitivamente, no comprendo nada ¿De alta? Pero si no llevo ni 24 horas, ¿Qué pasa aquí? Eugene intenta mediar aunque sin éxito, me dice que estoy bien según los médicos y que debo pagar por la estancia en el hospital. Lo normal es pedirlo al ingresar pero como estaba inconsciente esperaron a que me despertara. “¡Joder, que detalle!”, y nos quejamos de la Seguridad Social en España.

Llamo a M Carmen, pero no me lo coge, llamo a Stefania y me dice que hable con mi seguro para que de una garantía de pago sino tendré que adelantar 220 euros de estancia y pruebas del hospital. M Carmen me llama y entra en escena, me dice que no me vaya que por lo menos tengo que estar un día en observación como consecuencia del golpe en la cabeza, pero yo le respondo que no puedo hacer nada, no se que hacer, confundido, siento como si mi mente no funcionara. Estoy muy agobiado necesito ayuda.

“Rafa, no te preocupes, tu resístete, no te vayas, voy a hablar con la embajada” – me tranquiliza desde España mi novia. Pero la verdad es que no creo que aguante mucho, el personal del hospital me vigila cual halcón para evitar que me vaya sin pagar. No creo que pueda pasar la noche aquí por mucho que insista en ello.

Mientras intento comunicarme con IATI (patrocinador de la aventura) para que faciliten la garantía de pago, se recibe en el hospital llamada desde Bucarest de la embajada de España en Rumania exigiendo me mantengan un día más en observación en el hospital. Sin embargo, el personal de allí hace caso omiso y con gestos manuales me repiten que pague de alguna forma, me van a dar el alta de inmediato. Eugene, preocupado se ofrece a pagar los 220 euros de la factura, pero detengo su intención (agradeciéndole el gesto) ya que tengo un seguro que cubre estas incidencias. Tras muchas llamadas hablo con el seguro y les comento lo sucedido, ellos me dicen que están en tramites de mandar la garantía de pago al hospital. Tras unos minutos de tensa espera por fin llega por fax la garantía de pago y puedo marcharme de hospital, sin pagar, con todos mis maltrechos enseres, el casco, chaqueta, pantalón, etc. Destrozados como si hubieran pasado por una desbrozadora. Me acompaña a la salida Eugene, allí encuentro a Mihai, la persona con la que he tenido el accidente y que se ofrece a llevarme a la fabrica a ver mi moto. Yo, sin embargo, me fio más de Eugene y voy en su coche hasta Olympus.

Mientras voy con Eugene a la fabrica tengo que reconocer que no reconozco nada de lo que veo: ni la ciudad, ni la carretera, ni nada de lo que me rodea, es como si estuviera en otra dimensión desconocida, en mi pecho siento una profunda angustia, me siento como si estuviera en una pesadilla de la que no puedo despertar. Llegamos a la fabrica y tras pasar los controles, llegamos al garaje donde se encuentra la moto. Al abrir la puerta allí está el Falco Stradale, completamente destrozado, de esta, amigos creo que no sale. A pesar de todo lo que he vivido sobre ella me cuesta reconocer mi montura ¿Cómo es posible? con las lágrimas saltadas la examino pero no me acuerdo de ella, no la reconozco como mía.

"¿Seguro que es mi moto, Eugene?"– le pregunto mientras él asiente.

Pero "¿Cómo ha pasado, no recuerdo nada?"- pienso mientras me llevo las manos a la cabeza para intentar escapar de la pesadilla que estoy viviendo entre sollozos. Eugene acude a consolarme y me dice que no me preocupe que según los médicos recuperaré la memoria poco a poco he de tener paciencia. Contempla la escena Mihai el cual apenas puede despegar la vista del suelo, esta avergonzado. Allí también se encuentra su madre que no deja de abrazarme dando gracias al cielo por que estoy vivo.  Mihai se disculpa y asegura que no me vió en absoluto.

“Pues la moto es como para no verla, si parece un panzer alemán” – exclamo algo contrariado y Mihai responde: “Lo siento, no se lo que me pasó, si tengo una moto como la tuya, soy motero”.






“¿Te comprometes a pagar la moto y todo lo que me has roto?” – le pregunto a Mihai
“Lo prometo” - me asegura – “El lunes cogemos una grúa y la llevamos a Bucarest a que la reparen yo corro con todos los gastos.”

Tras el shock, recojo algunas de mis cosas que no deseo dejar en la moto y con la ayuda de Eugene regreso al coche. Mihai me ofrece su casa para pasar los días que sean necesarios, pero rechazo la invitación porque yo ahora lo que necesito es tranquilidad para ordenar mis pensamientos y asimilar lo ocurrido. Regreso a Brasov en el coche de Eugene, mientras, Stefania amablemente me ha gestionado un hostal cerca del hospital por si necesito ir a él. Me facilita su dirección y su nombre, Eugene al escucharlo sabe perfectamente donde llevarme, el Hostal Bavaria, una casa sacada del Tirol austriaco muy bonita la verdad. Por un momento, parece que estoy en los dominios de mi BMW, ojalá estuviera allí y con la moto intacta, echo tanto de menos a M Carmen, la necesito.
Sin embargo, su jefe no lo entiende así, ella ha tratado durante el día de hoy que le autoricen que pueda viajar a Rumania a estar conmigo ya que no puedo valerme por mi mismo, pero se lo ha denegado aduciendo que ella y yo no estamos casados y no somos nada ¡Qué humano! (y eso que llevamos 12 años juntos). Ella misma me lo dice por teléfono, entre lágrimas, en ese momento siento una terrible impotencia y una extraña soledad por no estar a su lado, aunque si hubiera estado conmigo… a lo mejor hubiéramos tenido que lamentar algo más grave. En fin, supongo que el karma le devolverá ese gran deferencia que ha tenido con ella.

Termino el día cenando con Eugene, una suculenta pizza, en un restaurante italiano, después me deja en el hotel, me estrecha la mano y me dice que si necesito algo no dude en llamarle a cualquier hora, que esta a mi entera disposición. Casi se me saltan las lágrimas porque, sinceramente, no se como agradecerle tanta atención y amabilidad. Él sonríe y lo único que pide a cambio es que si algún día encuentro a alguien en problemas haga lo mismo por él que lo que está haciendo él por mi.











Ya en el hostal cuando me acuesto en mi cama miro al techo y en la soledad de la noche lloro por todo lo pasado siento una gran impotencia. La aventura ha terminado, definitivamente, después del esfuerzo económico, de todo lo sufrido: Mongolia, Siberia, Rusia, la lluvia, el viento, el hielo, la nieve, el tráfico, el frío, el hambre, la soledad, la muerte, después de haber luchado contra todo y contra todos, al final todo termina aquí en este pequeño pueblo del centro de Rumania a 10 días del final de la aventura y a 3000 kms de casa, porque una persona no respeto lo que tenía que haber respetado. ¡Qué mala suerte! ¿Verdad? Aunque también ¡Que buena suerte! he sobrevivido, con este, a dos accidentes muy graves en esta aventura que podían haberme costado la vida, quiero pensar que mi pilotaje, la moto y sobretodo la ropa han colaborado para obrar este milagro (Todo ello facilitado por nuestros patrocinadores sobretodo Todomoto, pero también: Continental, DS BIKE y Ubricar). Una vez más en este viaje, cuando sucede lo peor vuelve a aparecer alguien para ayudarme desinteresadamente, alguien como Eugene, sinceramente, no tengo palabras, sin duda esta aventura me deja un sentimiento muy optimista sobre el ser humano. Sin embargo, ahora mismo lo que más me aterra es dormirme, tengo miedo a cerrar los ojos y no volver a despertar.

A partir de mañana mi misión será: Salir de Rumania, DESAFIO SIBERIA 2017 ha terminado, nuestra vuelta al mundo en moto con pareja tendrá que esperar para completarse.