Síguenos en facebook

Mostrando entradas con la etiqueta brujas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta brujas. Mostrar todas las entradas

sábado, 1 de febrero de 2014

CAPITULO 7: CONOCIENDO A ANNA FRANK

BRUJAS-AMSTERDAM



Distancia total ruta:  271 kms

Tiempo total:   3 horas 40 minutos

Ciudades visitadas: 2

Paradas: 1

Consumo medio:   6,34 l/100kms

Gasto de combustible: 33,76€

Peajes:


Con los albores de la mañana, comenzamos una nueva etapa de Euro-Diversion 2013, ya llevamos una semana viajando y, parece mentira, pero me creo que estamos a diez veces más distancia de la que realmente estamos. La lluvia a última hora del día de ayer nos privó de disfrutar de la noche de Brujas, por eso, nos hemos levantado temprano para verla de nuevo antes de nuestra marcha a Amsterdam, siguiente etapa de nuestro viaje. Dejamos todo preparado para después montarlo en la moto, sin embargo, antes de partir a desayunar y hacer turismo, decido hacer una descargar de las fotos de nuestras cámaras al disco duro portátil. Ya nos dieron un susto en Elgoibar, pero allí fueron detectadas, tras varios intentos en el ordenador de Toni. Así que lo mejor es descargarlas finalmente y usar las nuevas que compramos en el País Vasco. Con la misma me acerco a la recepción del hotel con la esperanza de que el uso del PC sea gratuito para los huéspedes, afortunadamente no lo es, y procedo. De repente, se consuma la tragedia y un sudor frío recorre mi espalda, las tarjetas no son reconocidas por el PC, ni con cable USB directamente a la maquina, ni con nuestro mini-lector de tarjetas. Súbitamente, es como si las tarjetas estuviesen, algo totalmente imposible. Lo intenté de un millar de formas posibles, pero fue totalmente en vano. Os podéis imaginar la rabia que me dio el saber que las fotos que habíamos tomado hasta Brujas se habían perdido. Los recuerdos de nuestros primeros pasos en nuestra memorable singladura. Como por ejemplo, la foto que nos hicimos con mi amiga M Carmen en París enfrente de su Bistro, o el video en el que salgo dando un emotivo discurso en la fiesta de Aldeas Infantiles en Madrid. Se que mi enfado no es vital, nosotros estamos bien de salud y la moto funciona, pero que es como cuando hay un incendio, salvas la vida, la de los tuyos e incluso la de tu mascota, pero lo que más lamentas es la pérdida de esas fotos, esos recuerdos imborrables que quedan congelados, en el tiempo, en un abrir y cerrar de obturador. Supongo que hemos perdido algo del alma de este viaje, al menos permanecerán imborrables en nuestra mente y nuestro corazón.

Con el cabreo todavía latente, cojo todos los utensilios para hacer la primera revisión de la moto desde que empezamos este viaje. Revisaré nivel de aceite, ya que durante las etapas previas ha habido momentos en los que se me ha encendido el testigo de nivel de aceite. Tampoco dejaré de lado la revisión de las pastillas de frenos, presión de neumáticos, estado de correajes de las alforjas, etc. Para colmo de males compruebo que el intermitente izquierdo no funciona, afortunadamente tengo la pieza de repuesto. Me pongo manos a la obra, sinceramente, ojalá todos las incidencias mecánicas del viaje fueran como estas. Aproximadamente tardo unos quince minutos, y apenas me he manchado, que ya de por si es un milagro. Mientras me encontraba recogiendo, o observo como la moto, con el motor parado, empieza a moverse sola. Son cerca de las 07:30 de la mañana y desconozco si todavía estoy dormido, pero me raspé un poco la mano al cambiar el intermitente, así que como me dolió supongo que estoy en vigilia. Pero lo que es un hecho es que la moto, ¡se mueve! ¿Cómo es posible? Antes de poder averiguar la causa, la moto se cae a plomo con estrépito hacia la izquierda, menos mal que los topes anticaida de la moto cumplen su cometido a la perfección y amortiguan el impacto. Sin duda los 42 euros mejor invertidos de este viaje. Sin embargo, aunque como puedo constatar a la moto no le pasado nada, lo cierto es que solo no puedo levantarla. Menos mal, que por el lugar pasa un hombre que amablemente me ayuda a levantarla. Recuperada la verticalidad arranco la moto y esta responde sin problemas. Suspiro aliviado al superar este episodio, desde luego, una revisión rutinaria nunca fue tan estresante.

Con los utensilios recogidos en el baúl, subo al hotel para contactar con M Carmen y contarle, primero que hemos perdido las fotos del viaje hasta ahora, y segundo lo que ha sucedido con la moto. Su cara, lo decía todo, se contrarió por las fotos, pero más se preocupó por el estado del Falco Stradale. Y no es para menos, si la moto se estropea, y teniendo que dormir cada día en un lugar diferente, tendremos que desplazar todas las reservas de nuestras etapas, las cuales chocarían de frente con las reservas de ferry, con lo cual podría ponerse en serio peligro nuestra aventura. Las reservas de ferry, por desgracia no son modificables. Pasado el susto, cogemos lo justo y necesario para hacer turismo por Brujas, es un deleite para los sentidos volver al casco histórico de esta bella urbe. La etapa de hoy invita al optimismo, tenemos una de las etapas más cortas de nuestra aventura con 271 kms, son las 08:00 horas y tenemos que estar en Amsterdam para antes de las 17:00 horas, creo que un objetivo perfectamente posible.


Con esta reflexión, iniciamos nuestro nuevo periplo por Brujas. Esta ciudad invita a perderse por sus innumerables parques, canales, que circundan a modo de foso la ciudad, y callejuelas. Volvemos a viajar en el tiempo, a un tiempo donde todo era más sencillo, la vida era más pausada y las calles rezumaban ese olor añejo, tan peculiar, que sólo los libros de historia nos pueden relatar. Bueno, con tanta prisa, se nos ha olvidado desayunar, pero por una vez no tiraremos de recursos propios y vamos a disfrutar del famoso chocolate belga. Las vacas que hemos visto en el trayecto, invitan a imaginar que esos frondosos ejemplares darán buena leche, y aunque no la dieran, Bélgica ha tenido colonias en África, como es el caso del Congo, por ejemplo, es de suponer que mantendrán las relaciones comerciales. Desgraciadamente, nos encontramos con el primer choque cultural, con respecto a España. En Brujas, las innumerables chocolaterías abren de 10:00 a 18:00, por lo tanto, no queda más remedio que esperar. Pero no pasa nada, tenemos dos horas francas hasta la hora de apertura, asi que vamos a aprovechar para pasear por sus calles adoquinadas, deleitarnos con sus escaparates de artesanía, especialmente el ganchillo y punto de cruz, y a babear, porque no decirlo con las exposiciones de surtidos de chocolate de infinidad de sabores. Nunca hacer tiempo fue tan ameno, pero no lo perdemos en vano, aprovechamos para hacer más fotos de los canales que en el día anterior se nos “aguaron”, también para ver con más detalle la Plaza de Burg, centro neurálgico de la ciudad, con los estandartes y banderas de la ciudad, la región y el país. Observamos como las aguas y las calles están apacibles, libres de turistas y embarcaciones, es todo tan idílico que parece salido de un cuento. Un amigo nuestro nos hablo de que a esta ciudad se la conocía como la Venecia del Norte y desde luego que lo es, pero sin el agobio y stress veneciano, así da gusto disfrutar de esta visita. Brujas invita a la plácida reflexión, a los largos paseos sin compromisos al acecho, a no tener que luchar por captar la mejor instantánea, ni a perder la juventud haciendo colas fútiles, creo que por primera vez en este viaje estamos disfrutando de una ciudad. Quizá tenga que ver que Brujas es perfectamente visitable en una tarde, es posible, supongo entonces que nos estamos recreando.






Cercano a las 09:00 conseguimos entrar en una tienda de souvenirs. Una tienda sin duda curiosa, porque tiene como un olivo incrustado en la puerta, y compramos una pegatina de la bandera belga. Por desgracia, se me olvido comprar la francesa en la Galia, y también en España. Se me acaba de ocurrir que puede ser una buena idea decorar el baúl de la moto con las banderas de los países que visitemos a modo de reseña de la consecución de nuestra aventura. A M Carmen parece entusiarmarle la idea, tampoco deja pasar la ocasión de ver otros objetos típicos del lugar y que ofrecen este tipo de tiendas, como por ejemplo: dedales, abrebotellas, platos, llaveros, pegatinas, camisetas, etc. Todas ellas con las imágenes típicas de Bélgica, como el Manneken Pis, aunque de Brujas, encontramos solo cosas relacionadas con su equipo de fútbol y su escudo, claro está. Ya nos dijo mi amiga de París, que el ganchillo, visillos y ese tipo de artesanía son muy típicas de los brujenses, y no se equivocaba. M Carmen sin duda, le llama mucho la atención unas jarras de cerveza minuciosamente decoradas, así como los innumerables dibujos hechos con las más diversas técnicas (carboncillo, acuarela, etc.) de pintura, todos ellos sobre Brujas.

Que pena que no podamos llevarnos un dibujo de cada una de las ciudades que visitemos, como tenemos de París o El Cairo” - Se lamenta resignada.

Es verdad, una verdadera lástima, si tuviéramos coche, podríamos llenarlo de recuerdos o detalles de todas las ciudades”.

Y es que viajar en moto tiene, por desgracia, estos inconvenientes. Tienes que viajar con el equipaje justo, y cada cosa que se sume añade peso a nuestra sufrida moto. Y encima hay buscarle un sitio adecuado, casi a presión. Aunque hemos visto cosas dignas de decorar con estilo cualquier casa, por desgracia, tenemos que desistir de darnos este homenaje. No queda más que afirmar que las fotos y videos serán únicos testigos de nuestro paso.

Con nuestra pegatina de la bandera belga en la mano y con la decepción en la otra, seguimos caminando por las “embrujadoras” de esta urbe del medievo que ha viajado en el tiempo hasta nuestros días. Poco a poco la ciudad ha ido despertando a nuestro paso, empiezan a sucederse paulatinamente los cruceros por los canales, los comercios abren sus puertas, e incluso vemos una bici-excursión de unos niños escoltados por la Policía.

Ha llegado el momento de probar el chocolate belga, han abierto las tiendas” - exclamo

Sin más dilación y aunque al principio, titubeamos un poco entre varias, nos dirigimos a una bastante colorida. Nada más entrar se puede sentir entre el fresco ambiente ese olor a amargo característico del chocolate puro de cacao. Hay chocolate de todos los colores, sabores, y en casi cualquier forma, todos ellos de fabricación artesanal, como nos indica orgullosa la tendera.

También podemos apreciar multitud de formas de presentación: en bombones, tabletas, lingotes, barritas, chupa chups,etc. En pocas palabras: Bélgica es el paraísos de los dulzones. Nosotros apabullados ante tanta tentación decidimos picar, esperar hasta las 10:00 no ha sido fácil, sobretodo en ayunas. Nos lanzamos al deleite y pedimos una caja de unos veinte bombones, con sabor a naranja, limón, pistacho, plátano, etc. Estos desde luego para nosotros, seguro que nos alegraran durante unos minutos cuando este os en lejanas latitudes. Como pasó anteriormente, tampoco nos podemos llevar una gran cantidad de género, primero por la falta de espacio y segundo, porque se estropearía. Así que nos conformamos con la caja y nos decidimos a tomar un poco de chocolate caliente, como es tradición por estos lares, de paso, damos testimonio directo de su calidad, aunque la única manera de saberlo, para desdicha de algunos, es llegar hasta aquí. Antes de continuar, y aunque me entorpecen mis propios deseos hechos saliva, debo decir que la forma de preparar chocolate caliente es ciertamente curiosa. Primero eliges el sabor: Yo me pido un chocolate blanco con naranja y M Carmen un chocolate negro con frutas del bosque. El chocolate se presenta en una bola que casi parece una cápsula de Nespresso. Después, la dependienta lo introduce en una maquina, muy parecida a las cafeteras que están tan de moda últimamente y con agua caliente a presión, derrite la bola formando un vaso de espumoso y cremoso chocolate. 

"¡Umm! Que bueno está" - debimos de pensar al unísono los dos. Con el primer sorbo, pagamos a la amable dependienta y nos marchamos para disfrutar de la bebida y estrenar la caja, en otro enclave más bonito. En concreto, sobre un puente cercano, de los muchos que conecta y flanquean los canales de Brujas.



Sinceramente, ni me acuerdo lo que costó el chocolate, ni la caja de bombones, pero lo que si se es lo mucho que los disfruté, el lugar, el desayuno, y la compañía hicieron de este momento, un momento único. A veces no hace falta desayunar en un hotel de 5 estrellas para sentirse un privilegiado, en cierta forma tuvimos nuestro momento especial, que espero se repita más veces durante nuestra aventura. Si tuviera el poder de parar el tiempo, sin duda escogería este momento, entre las impertérritas y calmas aguas.  Seguimos en el centro de Brujas y tras el desayuno, nos recreamos haciendo más fotos de los canales según vamos caminando alejándonos del anillo del centro histórico de la capital de Flandes. Poco a poco el murmullo de los escasos coches, turistas, bicis y barcos se va perdiendo en la lejanía y sumergimos en los frondosos bosques que protegen la ciudad de curiosas y poco atrevidas miradas. Tomamos una senda que dejamos anoche abandonada por la lluvia y reemprendemos el camino.









Las zonas verdes de esta ciudad te abstraen de tal manera que no te sientes que estés en el centro urbano de ningún sitio. A nuestra derecha nos escolta un gran canal navegable, que si no recuerdo mal, puedes llegar hasta Gante. A nuestra izquierda se suceden los arboles, parques, y carreteras de entrada al centro todas flanqueadas por una especie de torres de vigilancia con un estilo claramente. Seguimos nuestro camino, casi hasta hacer desaparecer arboles o construcciones humanas y nos encontramos con algo que no esperábamos descubrir hasta más adelante en nuestra aventura: Molinos, y bastante imponentes por cierto.




Holanda se que esta plagado de ellos, pero de Bélgica era la primera noticia que teníamos. Al subir las escaleras, podemos disfrutar de unas vistas impresionantes de la ciudad de Brujas. No dejamos pasar la ocasión de fotografiar este momento y de paso conocer a una pareja amiga de Klaus y Lisa, de Alemania y Canadá respectivamente, los cuales se encuentran, como nosotros, haciendo un tour por Alemania y los países nórdicos. Bueno, el nuestro es un poco más amplio, pero estoy seguro que ambos viajes tendrán muchas anécdotas y curiosidades que contar. Nos despiden con una sonrisa y nosotros aprovechamos para ir dando un paseo de vuelta al hotel. El tiempo ha pasado rápido, como siempre, pero esta vez no nos sentimos presionados por él, casi me dan ganas de concluir nuestro viaje aquí y pasarnos el resto de los días disfrutando de este paraíso urbano. Pero por desgracia, hay que seguir mirando hacia adelante, Amsterdam nos espera. 

Cargamos la moto, y ajusto el amortiguador, que según mi novia esta un poco blando, y arranco la moto. Debo reconocer que durante un segundo mi corazón se paró, desde la caída no había probado a arrancarla. Por fortuna lo hace, así que empezamos esta séptima etapa y ponemos rumbo a Holanda. Al salir de Brujas volvemos a ser testigos de la gentileza y civismo belga en lo referente a las motos. Aunque parezca increíble ante cualquier atascos las hileras de coches se abren para dejar a las motos que circulan. Esta vez, no encontramos ningún falso policía, ni tenemos incidentes. Cogemos la E-34 y bordeando la frontera belga navegamos por el asfalto hasta Amberes, recorremos esos 90 kms, con bastantes fluidez y sin sobresaltos. Sin duda, Bélgica no es el país de los camiones, su hábitat natural es Francia, digamos que este país es más "civilizado". Continuamos 40 kms más por tierras belgas, en el horizonte podemos divisar en el horizonte más molinos como los que vimos en Brujas, y surcando entre ellos canales bastante anchos. Si al principio de nuestra entrada en Bélgica la vimos muy similar a Francia, ahora poco a poco, todo a nuestro alrededor se va haciendo holandés, sin duda, estamos cerca. Antes de cruzar la frontera Bélgica paramos en una estación de servicio para dar de comer a nuestra moto y a nosotros mismos, usando nuestras provisiones de jamón y queso con algo de pan, claro está. Tras el parón, retomamos la marcha para justo antes de cruzar a Holanda nos encontramos con una curiosa escultura, que tiene cierto aire al Atomium de Bruselas pero en color violeta. Sin duda, una magnifica manera de despedirnos de este pequeño país. Pequeño en extensión, pero grande en sensaciones y experiencias, aunque te dejamos atrás nunca te olvidaremos Bélgica. 

La entrada en Holanda la realizamos entre verdes prados, asfalto perfecto y canales que cortan el paisaje formando cuadriculas. Seguimos por la E-27, la cual habíamos cogido en Amberes y que no abandonaremos hasta nuestro destino en la capital de Holanda. Holanda pertenece a los famosos Países Bajos, una triada de países que conforman el Benelux, es decir, Bélgica, Holanda (o neerderland) y Luxemburgo, aunque finalmente Holanda se ha ganado la definición de toda una región. Toda esta introducción viene para relatar que Holanda, al igual que el hemos dejado atrás, es un país extremadamente plano. No se atisba en el horizonte ningún promontorio pero si más aerogeneradores que los que hemos visto hasta ahora en tierras galas y belgas. No sólo los holandeses han ganado terreno al mar, también han sabido domar las fuerzas del viento. Afortunadamente, las fuerzas de la naturaleza nos siguen respetando, aunque a veces, se da alguna ráfaga de viento que altera nuestra marcha. Pasamos Breda y seguimos nuestro camino a Gorinchem, a salto de mata, entre canales y puentes que hacen que cruzar Holanda de sur a norte sea como atravesar un lingote de mantequilla con un cuchillo. A medida que avanzamos el cielo se va encapotando y la amenaza se lluvia cada vez se hace más patente, de hecho nos chispea un poco durante unos minutos. Sea como fuere, decidimos prevenir en lugar de lamentar y paramos para enfundarnos el traje de agua cerca de Vianen. Es en ese momento, cuando M Carmen se percata que el mono de agua que habíamos perdido era mío y no el de su compañero Reyes. Un alivio para ella y mosqueo para mi. Por un momento parece como si hubiera sido bueno para ella perder mi mono de agua en la primera etapa. Nada más lejos, la cuestión es que, no hay nada peor que te presten algo y perderlo, al menos, supongo que entre nosotros no tendremos que darnos explicaciones. Bien pertrechados con medios ante la lluvia por primera vez en esta aventura, seguimos nuestro camino hacia Utrech, con leves amenazas de chubasco y con algo de viento sin importancia. Superada la capital de la región homónima ya solo nos quedan 42 kms para llegar a Amsterdam, ya casi podemos divisarla en el horizonte. El terreno sigue siendo plano, aunque no exentos de hermosas y campestres vistas. Dan ganas de pararse a hacer un picnic a km de ruta y de paso que nos acompañen las numerosas vacas que pueblan estas fértiles tierras ganadas al mar. Aprovecho para compartir ese pensamiento con mi novia: Holanda a lo largo de su historia ha ganado aproximadamente un quinto de su superficie al mar, es decir, unos 7000 kms cuadrados, el equivalente a la extensión de la provincia de Málaga, ¡ahí es nada!

Entramos en la capital de Holanda rozando las 16:30, sino recuerdo mal. Entre motos y un con algo de atasco, rodeamos la ciudad, con la ayuda del GPS, hasta llegar al aeropuerto Schipol, aunque encontrar el hotel se hace un poco difícil, tanto que acabamos dando varias vueltas por el terminal de salidas y llegadas en un bucle que parece infinito. Este aparatito nos la vuelve a liar, pero con algo de suerte encontramos en el horizonte el hotel Ibis y a continuación el nuestro, el Ibis Budget. ¡Qué alegría! por una vez, la etapa se ha desarrollado sin novedad y tenemos muchos tiempo para disfrutar de Amsterdam, perfecto. Hago el check-in mientras M Carmen descarga la moto y la acomoda en la habitación que le indico. Previamente, le había solicitado a la recepcionista una habitación en la planta baja, para evitar andar mucho con los trastos a cuestas y ella complaciente, me la gestiona. Abusando un poco de la amabilidad de Margaret, que así se llamaba, le pregunto si puedo dejar la moto a cubierto en algún sitio del hotel. Ella me indica que justo donde nos ha dado la habitación hay un descampado con unos soportales, así que ni lo dudo y me desplazo hasta allí, aunque el terreno es algo blanco, el Falco Stradale se desplaza bien y consigo aparcarlo. De paso le paso a mi novia las últimas cosas por la ventana.

"Bueno, y ahora ¿Qué hacemos?" - Pregunta mi novia. 
"Pues como hemos llegado bien de tiempo, vamos a intentar entrar en el Museo de Anna Frank y luego ver la ciudad" - le respondo. 
"Rápido, tenemos hasta las 19:00 para llegar y no sabemos si habrá entradas, el Museo suele ponerse hasta los topes" - me advierte mientras prepara las cosas para hacer fotos de esta nueva capital europea. 

Saco la moto del campo trasero y la pongo en la entrada principal. Mientras espero no puedo evitar detener vista sobre una BMW S1000 RR de color blanco impoluto aparcada en la puerta. Una superdeportiva de 193 CV que no suele ser habitual en un mercado dominado por el imperio japonés. La razón por la que me quedo mirando, a parte de la visual, es porque en Brujas, hace dos días, me comí unas patatas con mahonesa en la Plaza Burg, mientras un sujeto se llegaba al lugar al lomos de una, sin duda, demasiada casualidad. 

"¿Has visto esa moto? es la misma de Brujas" - le comento a mi novia - 
"Que va a ser esa la moto" - me responde con autoridad y muy firme ella. 
"Te apuesto una cena a que esa es la misma moto que la que vimos en Brujas" - le reto con la seguridad de saber que me suelo quedar muy bien con los detalles. 
"Bueno, pues cuando volvamos del museo esperamos al tío hasta que venga a recoger su moto, pero vas a perder". 

Con las espadas en alto, posponemos la apuesta hasta nuestro regreso de Amsterdam, abandonamos el hotel, cercano al aeropuerto y vamos rumbo a la capital holandesa. Ponemos la dirección del Museo de Anna Frank en nuestro GPS, y con la esperanza de que no nos la líe entramos en todo el centro de la ciudad. Si Francia fue el país de los camiones, Paris y Bruselas un completo caos de coches, Amsterdam esta tomada por las bicicletas, las cuales discurren libres en su hábitat entre innumerables calles, que se cortan en perpendicular, empedradas o asfaltadas, peatonales o no, las bicis lo invaden todo. Tanto es así,  que cuando entramos en una calle peatonal nos cruzamos con una chica que parece no estar muy conforme con mi maniobra y se pone a mi lado quizá con la hostil intención de cruzarse o chocarse con nosotros. Al menos su mirada desafiante mi hizo estar preocupado, hasta que me di cuenta de que estaba loca si creía que con una bici de 15 kgs podría tirar una moto de casi 300 cargada hasta los topes. Con un acelerón la pasamos y continuamos nuestra búsqueda de Anna Frank. La verdad es que para ser un ciudad casi sin coches, las bicis no restan un ápice de estrés a los locales que circulan. En nuestra vuelta de reconocimiento podemos apreciar como las bicis se pitan y entrecruzan, se entremezclan entre tranvías y coches, etc. Sin embargo, entre el desconcertante caos, todo parece guardar un tácito orden. Aunque la cara de los holandeses puede ser un poco estresada y malhumorada, lo cierto es que el civismo, la educación y el respeto a los demás se deja sentir. Amsterdam y sus habitantes son algo especial, un cierto aire bohemio se respira en el ambiente. Sin duda, cuna e inspiración de grandes artistas y escritores a orillas del río Amstel, como Van Gogh o Rembrandt.


A orillas de este río y después de un leve callejeo llegamos al Casa Museo de Anna Frank, y lo primero que nos saluda es la cola de visitantes que esperan entrar. Afortunadamente, no es muy larga, así que la jugada ha salido perfecta. Aparcamos a la vera del Amstel, con un poco de cuidado no vaya a ser que la moto engrose la larga lista de vehículos de dos ruedas (bicis) que se recupera cada año del fondo de los canales de esta ciudad. Por fin hemos llegado a la entrada de la casa, toca pagar los 9 euros por persona, pero estoy seguro de que la experiencia valdrá la pena, ya que vamos a ser testigos de uno de los relatos más sobrecogedores de los miles que hay sobre la gran guerra, pero también de uno que lanza un mensaje de esperanza para que los hechos que narran estos muros no se vuelvan a repetir jamás. Franqueamos la puerta y entramos, la emoción nos invade, pero ¿quién fue realmente Anna Frank? Vamos a descubrirlo juntos. 


Entre estos muros seremos testigos, sin duda, de un trozo de historia, que aún sigue viva más de 60 años después de la Guerra y del que esperamos descubrir muchas cosas. La casa tiene varias plantas y dependencias donde se pueden ver vídeos de los supervivientes de Auschwitz o Bergen-Belsen que compartieron vivencias con la protagonista del museo. Hay también numerosos murales como era el clima político en la Amsterdam de los años 40, también se exhiben objetos de la época y de la propia Anna, como fotografías, libros, ropa, etc. Todo esta expuesto para hacernos viajar a ese período tan convulso de la Europa de mitad de siglo. Leyendo en inglés, los subtítulos de documentales o los murales, uno se impresiona de cuan diferentes eran las cosas por esos años. Lo poco que importaba la vida, la persecución de las minorías, las atrocidades con mujeres y niños, el hambre, la escasez, etc. Aunque puede compungir un poco todas las imágenes, es necesario, conocer esta parte de la historia. Porque sólo conociéndola puedes evitar que se repita. Eso mismo debió pensar Anna, una niña de 13 años que se puso a escribir para dar testimonio de toda esta barbarie perpetrada por los nazis con la esperanza de que tuviera su eco en la Humanidad y no se volviera a repetir. Sin duda, la exposición nos traslado todos esos sentimientos, aunque lo más impresionante del Museo fue acceder a las dependencias donde Anna pasó dos años y medio con su familia durante la ocupación alemana de los Países Bajos. El acceso era por una falsa estantería de la biblioteca, bastante bien disimulada. Es increíble ver como 8 personas pudieron resistir allí sin levantar ninguna sospecha. Pasar unos minutos entre sus muros te da una idea de como tuvieron que ser esos días, donde estaba vetado hacer ruido durante el día y solo había algo de relajación por la noche, donde había que matar el tiempo como fuera, leyendo o estudiando, y todo ello con las estrecheces del lugar y la falta de medios. A pesar de ello, se las ingeniaron para sobrevivir, y aislarse como en un burbuja del mundo exterior, una burbuja que, por desgracia explotó el 1 Agosto de 1944 cuando fueron descubiertos por el chivatazo de un informador anónimo, que dio cuenta a los nazis del escondite de la familia Frank. Tras nuestro viaje por los tiempos de Anna Frank concluimos nuestra visita en la planta baja, donde la empezamos. Pero ante se presenta una especie de sala llamada "La Sala de la Tolerancia", creo. Su funcionamiento es sencillo: En el centro hay unos cubículos para sentarse, donde la gente visiona unos vídeos, por ejemplo, nosotros vimos el de un militar que ha declarado ser gay en Estados Unidos. El video da un análisis exhaustivo y resumido de las opiniones en contra y a favor de esta postura y a su conclusión es el espectador quien debe dar su opinión votando lo que crea más conveniente. Después, los resultados se exponen en una infografía, una cosa curiosa, pero que también da mucho que pensar sobre cuanto hemos avanzado como sociedad desde los tiempos de Anna Frank.



 Salimos del Museo con el atardecer cerniéndose sobre nosotros, es el momento de conocer más sobre Amsterdam. Comenzamos serpenteando entre el incesante tráfico de bicis y coches, cuidando al máximo, de no resbalar por los railes del tranvía y de mantener la compostura de nuestra moto ante la interminables calles adoquinadas. Nuestra primera visita es, casi improvisada y de camino, el "Homomonument"
Que es un triángulo rosa, erigido en memoria de los homosexuales detenidos en campos de concentración durante la época nazi, aunque más tarde ha sido adoptado por el movimiento de liberación gay. Además del triángulo en el canal, que tiene una serie de escaleras que llevan a la altura del agua, donde se colocan a menudo coronas de flores, existe un triángulo de 60 cm de altura y otro a nivel de la calle. Los tres triángulos equiláteros, de 10 metros de lado, juntos forman un triángulo mayor, de 36 metros de lado, conectados entre sí con una fina hilera de ladrillos de granito rosa. La alineación de los tres vértices del triángulo mayor, tienen significado simbólico. Uno apunta hacia la plaza Dam, y simboliza el presente. Otro apunta hacia la casa de Anna Frank, que simboliza el pasado. En el triángulo que señala hacia la casa de Anna Frank está grabado un verso del poeta judío y homosexual Jacob Israël de Haan (1881-1924): Naar Vriendschap Zulk een Mateloos Verlangen («Tal deseo infinito de amistad»). El tercer vértice, que simboliza el futuro, señala hacia la sede de COC Nederland, el grupo de liberación gay neerlandés fundado en 1946, que lo convierte en la organización LGBT más antigua del mundo que sigue en funcionamiento.


Aprovechando el rumbo que nos marcan los vértices del triángulo y ya que hemos visitado el Museo de la ciudadana mas ilustre de Amsterdam, nos dirigimos hacia otro de los puntos mas importante de esta ciudad: La Plaza Dam, centro neurálgico de la ciudad, con un obelisco de 22 metros que corona los dominios de esta plaza, en honor de los soldados holandeses caídos en la II Guerra Mundial, donde además hay tiendas de lo más curiosas. 


También en esta plaza se puede disfrutar del Palacio Real, antigua sede del Ayuntamiento y la Iglesia Nieuwe Kerk. Seguimos descubriendo más cosas de Amsterdam como por ejemplo, sus famosos canales, los cuales fotografiamos con fervor. No en vano, la capital holandesa es famosa por ellos, también por sus museos como el de Van Gogh o Rembrandt, o el Madame Tussaud (el museo de cera),y otros más mundanos como el del sexo o las torturas, todos ellos encabezan una lista que hace de la capital holandesa la ciudad con más museos por metro cuadrado del mundo.

Sin embargo, decidimos suspender cualquier atisbo de visita. Pensamos que es más importante sumergirse en la urbe, más que gastar nuestro escaso tiempo haciendo colas de aquí para allá. Aunque, porque no, ya que se acerca la hora, y por petición de M Carmen decidimos ir al Museo Heineken a orillas del río Amstel. Metemos la localización en el GPS, y cruzamos Amsterdam, entre bicis, para llegar a este famoso lugar. Por desgracia, no llegamos a tiempo de verlo, ya que acaba de cerrar. Lo cierto es que a M Carmen le hacía mucha ilusión ver el sitio donde se produce una de las mejores cervezas del mundo, pero no pudo ser. Como premio de consolación, ella se toma una en un bar cercano que hace esquina, yo por supuesto, Coca-Cola, que tengo que conducir.




La noche, finalmente, se ha cernido sobre nosotros, pero en una visita relámpago a Amsterdam no podemos dejar de pasar por uno de los lugares más turísticos e inevitables: El Barrio Rojo. Llamado así por el color de las luces que iluminan los locales donde se exhiben, en una especie de escaparates, las prostitutas que trabajan en esta zona de la ciudad. La prostitución en Holanda está completamente legalizada en zonas designadas para ella y eso desde 1911. Aunque Amsterdam no es la única que tiene Barrio Rojo del país: Utrech, La Haya, Haarlem y Groningen. E incluso creo que en Hamburgo hay uno, por supuesto, todos ellos ligados con lo prohibido. 

A lo mejor de tanto ver cosas prohibidas me da por pecar... saciando nuestra hambre con unas famosas y socorridas patatas con mahonesa, que probé en Brujas y que me están empezando a enganchar. Mi novia, no le hace gracia, pero al menos, hacemos un alto en el camino y comentamos cosas de esta ciudad tan bohemia, moderna e interesante, mientras la chica nos prepara el snack. De repente, algo sorprendente sucede: Resulta que la chica nos escucha hablar y es española, se llama Rosa, es de Barcelona y lleva unos dos años en Amsterdam. ¡Que alegre coincidencia!, sin querer volvemos a tener contacto, con una compatriota. Esta vez el contacto es mas cercano, al contrario que en Burdeos, y no dejamos pasar la ocasión de hablar con ella. Evidentemente, nuestra historia es fácil de contar aunque difícil de asimilar para oídos no acostumbrados a estos relatos aventureros. Nos centramos en la historia de ella y de como al terminar sus estudios fue a ganarse la vida a Holanda, ante la falta de oportunidades. Nos comento sus difíciles comienzos y la dificultad idiomática, con el ingles y el holandés. También le costo aclimatarse a días menos luminosos que los de España y al carácter peculiar de los holandeses. Pero ahora esta muy asentada, compartiendo negocio con otro español, llamado Jordi y con la lógica morriña hacia su tierra, pero con la alegría y la ilusión de la experiencia que esta viviendo. En ese momento se presenta el mencionado Jordi, al cual saludamos y nos marchamos del local entre risas. Es bonito ver lo reconfortante que es sentirse durante unos minutos, rodeado de la amabilidad de unos extraños, como en casa. Supongo que nos han hecho sentirnos un poco menos lejos de nuestra patria, a pesar de los casi 3000 kms recorridos y la semana de camino.

Continuamos examinando estas concurridas calles, pero inmediatamente volvemos a hacer un alto en el camino. Llamados por el reclamo del fútbol, no habíamos caído en que España se estaba jugando con Italia la semifinal de la Copa Confederaciones. Así que nos quedamos fuera del local, gorroneando un poco de TV con las sabrosas patatas como aperitivo. Mientras nuestro país se las tenia con los transalpinos, salió del local un hombre de color, que en un principio nos dejo un poco cortados. Creíamos que nos iba a echar, pero no fue así. Al instante, y sin saber como detecto que éramos de España, y aprovechando eso y el partido de fútbol se puso a hablar con nosotros en ingles. Se llamaba Lawrence y era de Surinam, antigua colonia de Holanda en Sudamérica, como el famoso futbolista holandés Seedorf. Mientras conversaba con el, intentaba servir de traductor simultáneo para mi novia, esta era la única forma de que no se perdiera la interesante conversación. Lawrence nos comento que antaño fue un motero viajero como nosotros. Recorrió los Alpes por todos los pasos que tiene, que son unos cuantos, dio la vuelta a Alemania y llego hasta la costa croata, con una Kawasaki Z, moto no muy apta para viajeros intrépidos y mas para depredadores de curvas, como el mismo asevero. Nos comento que su madre es española y su padre de Martinica, por lo tanto, en cierta forma tiene el corazón dividido, pero siente cierta simpatía por todos los españoles que se acercan por su ciudad. Por supuesto, no faltaron referencias a la famosa final del Mundial de 2010 que ellos perdieron contra nosotros en Sudáfrica, y es que Holanda podría atesorar ya tres mundiales los de 1974 y 1978. Sin duda, debió dolerles, pero como el mismo nos admitió, esa fue la final en la que menos méritos hicieron para ganar, al contrario que las otras dos ediciones. Después de hablar de Lawrence, su país, orígenes, Amsterdam, se intereso por nosotros y nos pregunto que hacia unos españoles por allí con ropa  motera. Nos pregunto si íbamos hacia Assen, y es que, casualidad de nuevo, ese fin de semana era el MotoGP en la llamada meca del motociclismo europeo, Asen. En ese momento, me acorde de: "¿Quien sabe?", a lo mejor el destino de nuestro motero misterioso de BMW era ese, pero aunque nos hubiera gustado ir, no era ese nuestro destino. El nuestro, era unir el punto mas al sur con el punto mas al norte del continente europeo. Lawrence se quedo impactado y casi sin articular palabra, se intereso por las vivencias de nuestra primera semana de aventura, corta pero intensa. Desde luego hubo mucho …que contar. Nuestro cicerone holandés, nos invitó a pasar a tomar una copa, pero la declinamos porque queríamos seguir explorando la noche del Barrio Rojo. Tras la afectuosa despedida, seguimos nuestra senda hacia el canal, en eso que nos paramos en otro bar, y vemos como España derrota a Italia en la tanda de penaltis, pasando a la final de la Copa Confederaciones que la enfrentará a Brasil. En ese instante, no pude contenerme y grité a los cuatro vientos: "¡¡¡España, España, España!!!", en una explosión de euforia sin igual que me llevo a abrazarme con M Carmen. Abrazo que queda ahogado entre la frenética actividad del lugar. Sin embargo, conseguimos arrancar alguna sonrisa de los que caminan por allí, seguramente algún turista español, que pensaría que estabamos chalados, no obstante, ninguno se unió a nuestra celebración improvisada. Con esta alegría, seguimos explorando el Barrio Rojo, con su riqueza de contrastes y vida. Tanto nos sumergimos en la vida nocturna de la ciudad, que perdemos totalmente la noción del tiempo y del espacio, es casi media noche y no sabemos donde estamos. Afortunadamente, no seguimos un camino muy complicado para entrar en los entresijos del Barrio Rojo, fue coger el canal y volver a reorientarnos. Desandamos, aliviados, el camino, y de repente, comienza a llover con timidez, sin duda es hora de marcharse a casa.


Ponemos rumbo al hotel, prematuramente, pero con la satisfacción de haber disfrutado de una gran ciudad. Paseando por las calles de Amsterdam, además de las consabidas “tentaciones“ también hemos disfrutado de un barrio bohemio con una actividad frenética, intensa y activa. Pubs, bares, se funden a la perfección con bares de alterne, y de ambiente gay, sin ningún problema. A pesar de ser este país el paradigma de la libertad y de la tolerancia, no hemos visto en absoluto, caos, ni descontrol por ningún sitio. Todo esto me hace pensar si esta es la libertad que queremos los españoles y si en caso de tenerla seriamos capaces de gestionarla con tanta diligencia como los holandeses. Sin duda, nos queda mucho por avanzar como sociedad y como país, para que unos extranjeros en nuestras fronteras, se sientan como nosotros nos hemos sentido aquí. Estas reflexiones monopolizan nuestro viaje de vuelta entre una lluvia incipiente y un asfalto cada vez más resbaladizo. Por fin llegamos al hotel, nos ponemos a cubierto y ponemos a cargar nuestros gadgets, es hora de descansar y prepararnos para la siguiente etapa. Mañana será un día duro, nos espera Alemania, pero antes tendremos que desafiar a los elementos cruzando el gran Van Harinxmakanaal, un canal artificial de 38 km de longitud, que atraviesa el mar de Frisia y que une las localidades de Wieringen y Leeuwarden. Podríamos cruzar los Países Bajos de manera más directa, pero seguro, menos emocionante que rodar sobre las aguas plagadas de islas artificiales. A pesar de la emoción de la jornada que nos espera hay algo más que no me deja dormir, y es que al entrar en el hotel entre el aguacero pude ver como la BMW S1000 RR había desaparecido. Su dueño ha reemprendido su camino y yo me he quedado sin mi apuesta ganadora. ¿La volveremos a ver en la siguiente etapa?  











martes, 26 de noviembre de 2013

CAPITULO 6: ESTÁN LOCOS ESTOS BELGAS

VERSALLES-PARIS-BRUSELAS-BRUJAS







ETAPA 6: VERSALLES-PARIS-BRUSELAS-BRUJAS

Distancia total ruta:  460 kms

Tiempo total:  7 horas 30 minutos

Ciudades visitadas: 4

Paradas: 6

Consumo medio:   4,88 l/100kms

Gasto de combustible: 33,74€

Peajes:


Amanece en el Reino del Sol, como lo llamaba Luis XIV, son las 08:00 de la mañana. A quien madruga Dios le ayuda, y espero que a nosotros nos ayude a poder entrar en el Palacio de Versalles, por segunda vez. "¿Irá a la segunda la vencida?", pienso mientras desayuno un poco de nuestras reservas de cola-cao con leche. No hay tiempo que perder ni espacio para recrearse, así que recogemos todo y nos disponemos a poner rumbo Versalles. Mi novia carga, mientras yo pago y hago el check-out del hotel F1. Ciertamente, hay impaciencia y ganas de ver lo que ayer nos fue vedado por cinco minutos y esta vez no dejaremos pasar la oportunidad de disfrutarlo. Así que, reemprendemos el camino de ayer, y repetimos mismo aparcamiento con la moto, con los primeros albores de la mañana. Por desgracia, nos surge un problema. Al contrario que ayer, hoy portamos todas nuestras cosas, por lo tanto, nos es del todo imposible dejar la moto sola, ya que tenemos gran parte de nuestras pertenencias aseguradas únicamente con los pulpos, al alcance de cualquier desaprensivo. Como M Carmen tenía tanta ilusión por verlo, decido que sea ella la que se adelante y yo el que la espere con el Falco Stradale en la cara norte del complejo. A partir de aquí nos separamos y será ella la que intente captar la belleza de este singular lugar, al menos lo que pueda. Por desgracia, Versalles, no se ve en un día, quizá ni en un mes, y mucho menos en unas horas, como las que disponemos. Por lo tanto M Carmen deberá darse prisa. Mientras ella se comporta con la curiosidad de un turista, a mi toca lidiar con la de unos turistas japoneses, a los cuales ha llamado la atención la moto. Por un momento, me hice famoso ante los nipones y M Carmen se lo estaba perdiendo. Pero, entre el gentío apareció un hombre de color bastante grande y amenazador, sin duda del servicio de seguridad del lugar, amablemente, y eso ya es extraño, me invita a que me marche del lugar ya que allí no se puede estar. En un correcto ingles, le digo que estoy esperando a mi novia en este lugar y no tenemos otra manera de comunicarnos, ninguno tiene móvil y podríamos perdernos.


El señor se muestra comprensivo y me deja aparcar mi moto fuera del acerado pero próximo a donde quedé con M Carmen, así que perfecto. Sonrío con la anécdota, hago alguna que otro foto con mi móvil y con una cámara compacta de mi novia para hacer tiempo. Mientras, con pesar, pienso en lo que me estoy perdiendo tras los muros de este lugar.

El palacio de Versalles está administrado desde 1995 por el establecimiento público del museo y del dominio nacional de Versalles, cuya presidenta es Christine Albanel, consejera de Estado. En este establecimiento público trabajan 900 personas, 400 de ellas destinadas a la vigilancia. Tres millones de personas por año visitan el palacio, y 7 millones los jardines, el 70 % de ellos son extranjeros.

Versalles comprende tres palacios: Versalles, Gran Trianón y Pequeño Trianón, además de infinidad de edificios situados en la villa: grandes y pequeñas caballerizas, hotel de los pequeños placeres, sala de Juego de la Palma, el Gran Común…

Cuenta con 700 estancias, 2.513 ventanas, 352 chimeneas (1.252 durante el Antiguo Régimen), 67 escaleras, 483 espejos (repartidos en la Gran Galería, Salón de la Guerra y Salón de la Paz), y 13 ha de chimeneas. La superficie total es de 67.121 m² de los cuales 50.000 están abiertos al público.
El parque abarca 800 ha, 300 de bosque y dos de jardines a la francesa: el Pequeño Parque, tiene 80 ha y el Trianón, 50 ha. Tiene 20 km² de vallas y 42 km² de paseos, con 372 estatuas.

Entre los 55 estanques, los más grandes son el Gran Canal, de 24 ha, y el estanque de los Suizos, de 180.000 m². Hay 600 surtidores y 35 km² de canalización. A tenor de los estudios llevados a cabo por varios Diplomáticos franceses de la Embajada Francesa en España, el Palacio de Versalles cuenta con un número de visitantes al año que alcanza la cifra de 3.000.000 segùn afirmaba con datos contrastados el Embajador Bruno Delaye y el joven Diplómático Sacha Passy de Thellier, lo cual le convierte en uno de los monumentos más visitados de Europa. Un programa de renovación, "el proyecto del Gran Canal de Versalles", fue presentado en 2003. Dotado con una subvención del Estado de 135 millones de euros para los siete primeros años, tardará en realizarse unos 17 años y afectará a todo el conjunto: palacio y parque. Los tres objetivos principales son asegurar el palacio, proseguir con las restauraciones y crear nuevos espacios para la acogida del público.


Ignoro cuanto tiempo tardó mi novia en salir, pero se me hizo cortísimo la verdad. Me comentó y me enseñó alguna de sus fotos. Evidentemente, todas las instantáneas son de los jardines de Palacio. No creo que ella haya llegado a cubrir el 5%, pero este pequeño bocado se hace necesario y lógico. Sería un despilfarro gastarse dinero en entrar en un lugar para verlo en unas horas, cuando aquí la gente invierte todas las horas que dan al día y que se seguro se hacen cortas. Nos damos, por tanto, por satisfechos con esta breve visita y ponemos rumbo hacia Paris, ¿Cómo obviar a "la ciudad de la luz" que esta a unos 22 kms de nosotros? Aunque ya estuvimos en Paris en el 2011, su encanto nos atrae hacia el Sena como si fuera la primera vez que vamos. Cogemos la A-13, sin peajes y sin pérdida, esta vez llegaremos a "la ciudad del amor" de una forma diferente y con curiosidad oteo el horizonte con la esperanza de poder divisar "la dama de hierro" de la ciudad.



De pronto, M Carmen la descubre y casi como los hermanos Pinzón me la señala, guiando mi mirada con su dedo. Ese será nuestro primer destino: La Torre Eiffel, esta torre sirvió como presentación a la Exposición Universal de París de 1889, la cual ha acogido a más de 236 millones de visitantes desde su inauguración. Su tamaño excepcional y su silueta inmediatamente reconocible hicieron de la torre un emblema de París. Y eso a pesar de las innumerables polémicas que suscito la construcción de este "andamio" como la apodaban maliciosamente al final del Siglo XIX. Entre el caos del tráfico parisino llegamos hasta nuestra primera, y obligada parada, sin duda una de las fotos más bonitas del viaje tiene a mi novia como protagonista.

Paris, tiene muchos secretos, como por ejemplo dos replicas de la estatua de la libertad de 11,5 y 12 m, pero por la falta de tiempo, debemos de dejar colgado el sombrero de Indiana Jones y no demorarnos en explorar esta gran ciudad, descubierta por nosotros dos años atrás. Por desgracia, nuestra visita a la ciudad de la luz será tan breve como la realizada al Palacio de Versalles y es que nos espera nuestra segunda frontera y nuestro segundo país visitado, Bélgica. Pero antes haremos una visita a mi amiga de Cabra que se encuentra trabajando en un Restaurante cerca del Arco del Triunfo que se llama Bistro Sormani, situado en la Rue du Général Lanrezac, 4. Meto la dirección en mi GPS y, como no, nos la vuelve a jugar el aparatito, metiéndonos por un sinfín de calles empedradas entre la jungla de asfalto que es Paris un 26 Junio, miércoles, a las 10:30. Sin embargo la pérdida, o el rodeo, nos facilita una vista diferente del gran Paris, pasamos por el Palacio de los Inválidos y su explanada, continuamos por el puente de la Concordia y llegando a la Plaza del mismo nombre, nuestro GPS recupera la cordura. Tampoco hubiera hecho falta, no se si gracias a nuestro viaje en 2011 o al cine, la Avda. de los Campos Elíseos nos mira completamente de frente, fácilmente reconocible. En el horizonte, altivo, el Arco del Triunfo, eclipsando el distrito financiero y moderno de la ciudad: La Defense. Así que, ponemos rumbo al monumento y cruzamos la famosa y rica avenida parisina. En esta calle, en apenas 2 kms se dan cita las tiendas más exclusivas, que sin duda deslumbran los ojos de todos los visitantes, cual cenicienta en el famoso cuento. Incluso yo resulto impresionado, pero más me quedé al ver como el Arco del Triunfo se va haciendo cada vez más y más grande según nos acercamos a la Plaza Charles de Gaule. Sin duda a la altura de tan insigne obra, que ordenó, aunque no vió concluida, Napoleón Bonaparte en 1806.


Como puedo, y con precaución salgo por la cuarta salida o quinta, no me acuerdo, la verdad. En mi vida vi glorieta tan enorme, afortunadamente, salimos de ella y acabamos, según el GPS en las inmediaciones del Hotel Mac Mahon, pero ni rastro del restaurante donde trabaja mi amiga. Paramos y ante la ineptitud de nuestro amigo electrónico y supuestamente actualizado, decido preguntar en un restaurante cercano. La camarera con mucha amabilidad me dice que el Bistro Sormani se encuentra en la segunda calle a la derecha, es una calle realmente estrecha, quizá debido a eso el GPS no dé con su destino. Agradecido, me montó doy marcha atrás con la ayuda de M Carmen y realizamos los últimos 200 metros. Ya estamos aquí amiga. Podemos aparcar el Falco Stradale justo enfrente, me bajo y me dirijo a la entrada del restaurante en solitario, con algunas dudas y cierta timidez -"Espero que M Carmen esté trabajando"- pienso, mientras mi novia vigila la moto. El local esta vacío, a excepción del personal, quizá sea demasiado temprano, son algo más de las 11:00. Entre todos ellos destaca una chica rubia, a la cual llamó: - "¿M Carmen?" - exclamo, se vuelve y...ahí esta ella. La sorpresa que se lleva es de aupa, -"Menos mal que he acertado"- pienso. 

"¿Qué haces tu aquí Rafa?¿Cuando has venido?" - Me pregunta nerviosa.
Pero, "¿no has visto mis mensajes de facebook?", "hoy te dije que llegaba a Paris a verte antes de irme a Bélgica" - le respondo con perplejidad. 
"¿Bélgica?" - me pregunta, sin adivinar o comprender nada. 
"M Carmen, en estos momentos, estoy dando la vuelta a Europa en moto y voy con mi novia, de verdad, ¿no lo has visto en el grupo de facebook "Euro-Diversion 2013?" - le pregunto. 
"Que va, yo no leo nada el facebook, con el trabajo no tengo tiempo" - me asevera "¡Que alegría verte!¿donde esta tu novia?"
"Afuera, esta deseando verte" - le respondo. 

Tras el dialogo, salimos juntos y M Carmen tiene la oportunidad de saludar a su tocaya. "Pasad, pasad, os invito a un café". En un principio, no era nuestra intención quedarnos tanto tiempo, simplemente una breve visita, pero al final nos liamos y acabamos tomándonos con M Carmen un café. Mientras nos habla y nos cuenta como le va, puedo distinguir en ella un cierto acento francés más marcado que la última vez que la vimos en 2011. Esta claro que se esta convirtiendo en todo una francesa, aunque no hay perdido todavía la gracia andaluza. Nos cuenta como ha cambiado recientemente de piso y como ahora esta saliendo con un chico llamado Jerome que es hijo del dueño del Bistro y del Restaurante (que esta justo al lado). Sin embargo, M Carmen tiene proyectos, como perfeccionar su francés y con ello buscar algún trabajo de traductora o dando clases de español a los galos. En el Bistro no le va mal, pero tiene ganas de cambiar de aires y hacer otras cosas. Nosotros aprovechamos evidentemente para contar nuestras peripecias en estos 5 intensos días y casi 1800 kms de aventura. M Carmen, no sale de su asombro ante la hazaña que prácticamente estamos empezando y que nos va a llevar todavía más alto en la geografía europea. Entre risas, y anécdotas llega el momento de marcharnos, tampoco la moto puede permanecer mucho más tiempo sin vigilancia, con nuestras cosas accesible en mitad de la calle. Sin embargo, en el restaurante el personal almuerza, al contrario que en España, antes de las comidas principales.


 Son algo más de las 12:00 y ahí estamos en mitad de un almuerzo al que uno de los compañeros de M Carmen y ella misma nos invitan. Bien es cierto, que la hora no es la apropiada y que la paella la odio, pero tengo tanta hambre que sin discusión me la como junto con todos los comensales, a los que durante la comida intentamos conocer. Entre ellos a un hombre, que por su acento y desparpajo parece español, pero no, es portugués y sabe tanto español porque está casado con un compatriota nuestra. Muy gracioso y amable el hombre, la verdad. En mitad de la comida se presenta Jerome, el novio de M Carmen la cual nos lo presenta, aunque de forma breve, ya que entra a trabajar al restaurante. Después de la comida, y con gran pesar nos tenemos que marchar, pero antes, M Carmen nos tiene preparado un último detalle. Recibimos de ella, dos bocadillos de jamón con queso, con un pan de masa de pizza buenísimo. He de decir que el Bistro es de comida italiana y el cocinero italiano, probé un poco del bocadillo y ¡qué bueno estaba!¿qué más se puede decir?

Llega el momento del adiós, pero hay está Jerome esperándonos para despedirse también de nosotros. Muy amablemente y coincidiendo con la descarga de unos camiones para su restaurante ha vigilando nuestra moto. Antes de partir, le contamos a M Carmen nuestra ruta por Bélgica y ella nos recomienda encarecidamente que viajemos primero a Brúselas que está o menos a la misma altura de Paris en el mapa y después subamos hacia el norte durante 100 kms para acabar en Brujas. Ella ha visitado ambas ciudades y nos adelanta que Bruselas nos dejará un poco fríos y Brujas nos maravillará. Nos hacemos unas últimas fotos con ella y nos ponemos en marcha. Son las 14:00, hemos comido a la española, en un restaurante italiano, con cocinero italiano, compañero portugués, tiene gracia. Sin ser a la francesa, nos marchamos con la esperanza de volver pronto y poder disfrutar un poco más de la hospitalidad y cariño de esta amiga de Cabra que se abre paso en el proceloso mundo de la gran ciudad. Antes y como despedida de Paris, hacemos una fotos del Arco del Triunfo, para, a continuación, marcharnos por la Defense pasando cerca del Stade de France en el distrito de Sant Dennis.






Paris, queda atrás, y nos esperan 220 kms de carretera hasta la frontera belga, los cuales discurrirán por la A-1. Nuevamente, nos encontramos con carreteras monótonas llenas de camiones y camiones allá donde alcanza la vista, si bien contamos con muchas zonas de descanso y gasolineras excelentemente indicadas. En Francia, desde luego, es difícil saltarse una gasolinera y más no saber donde estará la próxima, porque la información aquí fluye tanto como los camiones que habitan estos caminos y eso es de agradecer. Las condiciones meteorológicas, el tráfico y la carretera invitan a esperar con tranquilidad y paciencia el paso efectivo del país galo al belga, algo que se produce a los pocos kms. Aprovechamos para parar la moto cerca de la señal y hacerle una foto. Espero que sea la segunda de otras muchas y que dichas fotos se hagan como esta, sin peligro y sin tensiones. Además este momento coincide con otro importante acontecimiento: Hemos llegado a los 2000 kms de nuestra aventura. Dejamos atrás Francia, un gran país, de grandísima belleza, que empezó dándonos muchos quebraderos de cabeza, pero que al final se despidió de la mejor manera, con el cariño y afecto de nuestra amiga (medio francesa, ya). No olvidaré esos momentos en que parecimos perdidos en el tiempo y en el espacio, pero encontramos el camino para encontrarnos y seguir con nuestra aventura.







Las fronteras desde la creación de la UE han ido desapareciendo poco a poco en Europa, pero el asfalto no entiende de entendimientos y supresión de fronteras, pasar a Bélgica se convierte en la entrada en una montaña rusa. El asfalto belga se deja sentir en el amortiguador del Falco Stradale y en nosotros también. Nunca creí que echaría de menos a Francia, sus carreteras desde luego, merecen este sentimiento. El paisaje natural apenas ha cambiado, verde el norte de Francia y continuamos con el sur de Bélgica. Las gasolineras son de marca francesa y solo nos enteramos del cambio de país por los carteles escritos en un extraño idioma, que parece alemán y francés a la vez. El idioma en este país es el flamenco y así se lo aclaro a mi novia que se extraña del cambio idiomático.  A la altura de Boussu repostamos el Falco Stradale y hacemos un break para descansar y estirar las piernas. Nos separan solo 87 kms de nuestro destino, ¡que pocos parecen!, pero no van a hacerse solos, debemos continuar con nuestra ruta por la E-19. En Bélgica hemos dejado también atrás las autopistas de pago y nos sumergimos en las autovías, algo machacadas, pero claro, los dinosaurios de acero de Francia tendrán que pasar por algún lado en su camino hacia el norte, ¿no? Estamos a punto de llegar a Bruselas y aunque, va a ser una visita breve intentaremos ver lo más importante y bonito de esta ciudad, por la que tomaremos un desvío de casi 100 kms en nuestra ruta original. Me pregunto si las recomendaciones de mi amiga de Cabra serán acertadas. Son casi las 18:00 y nuestro primer destino será el Atomium de la capital belga, la cual es una estructura de 103 metros de altura construida para la Exposición General de 1958. Representa un cristal de hierro ampliado 165 mil millones de veces. Está formado por nueve esferas de acero de 18 metros de diámetro.


Esta vez, nuestro GPS se porta y nos lleva sin problemas hasta la Plaza del Atomium. Aparcamos cerca, y hacemos fotos del símbolo de Bruselas ciertamente impresionantes. No se como mucha gente lo tacha de feo, a mi parece un monumento bonito y original ¡Y encima tiene un bar en la esfera superior! A nuestra espalda tenemos el Palacio de Exposiciones de Bruselas y los cines Kinepolis e IMAX de la capital.


-"¿Vemos una película?"- le pregunto a M Carmen. -"Estas loco, ¿acaso la vas a entender?"- Me responde con sorpresa. 

Lo cierto es que era pregunta tonta, para ver que respondía ella, ni tenemos tiempo ni la entenderíamos, así que nos vamos en busca del otro monumento imprescindible de Bruselas: El Manneken Pis, es decir, el Niño Meón. No hay tiempo que perder, nos ponemos en marcha, pongo que el GPS nos guíe al centro de la ciudad y cerca de allí encontraremos esta singular fuente. El Atomium esta en las afueras de la urbe, y ha sido relativamente fácil llegar, pero ahora para llegar al centro habrá que lidiar con el tráfico de la capital. Al principio creía que era una broma, pero a pesar de que Bruselas es una capital mucho más pequeña que Paris, lo cierto es que nos encontramos con el tráfico más denso que hemos visto hasta ahora en nuestra aventura. Ni Madrid en su hora punta, nunca vi algo así. Menos mal que, sorprendentemente, los belgas son muy respetuosos con las motos y al ver la nuestra o cualquier otra, en un atasco todos los vehículos se hacen a un lado y nos dejan pasar por el centro de la carretera con holgura. Increíble sin duda esta cívico comportamiento con las dos ruedas. Si seguimos podremos llegar al centro de Bruselas con solvencia. Cuando todo parecía ir bien se acerca a nosotros un motorista en una Yamaha XMAX, y nos dice ante nuestra sorpresa:


 

"Españoles, cabrones, hijos de puta, estáis poniendo en peligro la vida de los vehículos, iros a vuestro puto país". - me grita con violencia ante la perplejidad de mi novia, que no da crédito. Al principio, ella me aplaca para evitar males mayores. Acelero la moto y me libro de este loco. Sin embargo la densidad del tráfico nos retiene y permite a este individuos darnos alcance. En esta ocasión se muestra más agresivo:

"¡¡Parad!!, he dicho que paréis, soy Policía quedáis detenidos por conducción temeraria, parad me cago en vuestra puta madre", cuando termina de espetarnos esto intenta chocar con nuestra moto e incluso, al no conseguirlo, me agarra del brazo, del que me zafó gracias a M Carmen, pero que casi, nos lleva al suelo. Ahora la reacción de los dos es la contraria, yo opto por escapar ante este falso policía y mi novia, vota por encontrarnos con él a las afueras del túnel para ajustarles las cuentas. 

"Ven fuera que te vamos a partir la cara, imbécil" - le grita indignada. Cuando este sujeto intenta volver a chocar con nosotros acelero el Falco Stradale y aprovechando que un coche cambia de carril y le obstaculiza el paso, ponemos tierra de por medio y dejamos atrás a este loco. Con el susto todavía en el cuerpo nos dirigimos hacia el centro de Bruselas. Sorpresa, sorpresa, el acceso es peatonal, pero nosotros no hemos sufrido tanto para quedarnos a las puertas de ver a la famosa fuente. La situación no esta para que uno de nosotros se quede solo custodiando la moto como en Versalles. Así que le echamos cara, nuevamente, y nos colamos por las calles con nuestra moto cargada hasta los topes. Vaya cara que ponían los transeúntes a nuestro paso, menos mal que ninguno era un policía de verdad. En un suspiro llegamos juntos a la Plaza Mayor, y aquí tenemos nuestro primer contacto con españoles, los cuales sonreían al ver su bandera en nuestra moto. Eran dos chicas de Madrid, las cuales nos inmortalizaron en este grandioso lugar, sin duda llegar hasta aquí ha merecido la pena.



Sin más dilación, nos disponemos a encontrar al dichoso niño, aunque deberemos navegar de nuevo por calles peatonales. A velocidad de paso, llegamos por fin al famoso Manneken Pis. Una estatua de 61 cms de bronce que lleva meando en una fuente desde el Siglo XV, el otro gran símbolo de la ciudad. M Carmen reseña nuestra breve visita, había una nube de turistas que entorpecían la foto, pero aún así, se las ingenió para conseguirlo.



Misión cumplida, es hora de marcharse en busca de otro símbolo menos conocido de la ciudad antes de irnos para Brujas, como es la Janneken Pis, o dicho de otra manera la niña meona. El GPS hoy se esta portando bien, y todos estos hitos turísticos que estamos visitando lo estamos haciendo en un tiempo record. Pero antes de partir, una mano toca a M Carmen y ella, lógico, pega un grito de susto. Resulta que uno de sus guantes se había caído y el hombre solo estaba intentando devolvérselo. Tras el sobresalto, nos pertrechamos y vamos en busca de la no tan famosa Janneken Pis. Curiosamente, está cerca de la Plaza donde anteriormente estuvimos, perfecto entonces. Volvemos al lugar a velocidad de paso, y sorteando a los peatones llegamos a la plaza. Desafortunadamente, para acceder a la Janneken hay que pasar por una calle tan estrecha que ni la misma moto con su equipaje puede pasar entre tantas personas que circulan por la calle. De esta forma, con un regusto agridulce, nos vamos de la capital belga, pero para desconectar decidimos tomarnos un refrigerio en un bar del centro. Yo, como siempre, Coca-Cola y M Carmen se dispone a probar una cerveza típica del país, que a mi novia parece encantarle. Después del break nos ponemos en marcha y salimos de Bruselas tras una breve pero intensa hora.


Hemos protagonizado una persecución policial al estilo de hollywood, hemos sorteado el tráfico urbano con tanta solvencia como el peatonal, nos hemos plantado en el centro histórico de Bruselas y descubierto el Manneken Pis y casi la Janneken, no ha estado del todo mal la verdad. Es hora de poner rumbo a la "Venecia del Norte", la ciudad encantada de Brujas, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000. 

Sin pensarlo, salimos de la capital europea y volvemos a coger la autovía E-40 con destino a Brujas. Cerca de 97 kms nos aguardan para poder descubrir esta ciudad, ciertamente interesante. Cuando estuvimos planificando el viaje, esta ciudad fue expresa petición de mi novia como una de las etapas de esta aventura. De hecho estuvo investigando un poco sobre ella. Así que tenemos muchas ganas de conocerla, para saber si la fama que le precede esta justificada. De camino, vamos observando el paisaje,  las carreteras, que aunque no son tan buenas como la francesas, al menos dan el juego de mirar y poder observar como pasan los pueblos fugazmente, quizá en Francia también existían, pero entre tanto camión era difícil distinguirlos. También observamos abundantes poblaciones de frondosas vacas que pastan a sus anchas por las bastas praderas de un verdor esmeralda, una visión ciertamente bucólica, que hace que nuestra llegada a Brujas se avecine en un abrir y cerrar de ojos. 

A nuestra llegada, nos encontramos con una ciudad de abundantes parques, y tráfico moderado, no muy diferente de una pequeña capital de nuestro país, se suceden también centros comerciales, cines, etc. Nuestro destino es un Ibis Budget que está detrás de la Estación de Tren y Autobuses de la ciudad, y aunque tardamos en encontrarlo, finalmente damos con él, con algo de lloviznas para darnos la bienvenida. Otra cosa es ya como entramos en el edificio, lo hicimos por la puerta del servicio. Los empleados tardaron en abrirnos supongo que impresionados por la situación. Nuevamente, separamos las tareas y hago el check-in, donde me dan un mapa de la ciudad con los puntos turísticos más importantes, y me dicen que Brujas se puede visitar perfectamente a pie. El centro se encuentra a unos 15 minutos andando, con la buena nueva llego a la habitación y ayudo a M Carmen a subir las cosas. Una vez establecidos, nos aseamos y vestimos para descubrir, aunque el sol ya se va cerniendo sobre nosotros, los encantos de Brujas. Al salir del hotel vemos un PC de uso exclusivo para los clientes, "¡perfecto!" - pienso, "podré descargar las imágenes y vídeos que hasta ahora hemos grabado". Mientras nos dirigimos a pie al centro histórico, oímos un sonido próximo y martilleante, ni idea en un principio de lo que es, pero creo que se trata de algún concierto de hardcore en directo en pleno calle. Algo ciertamente curioso, aunque no interesante para descubrirlo, así que con premura nos aventuramos por unos parques con unos estanques preciosos y con cisnes nadando a sus anchas en el interior. La escena invita a perderse en este paraíso del romanticismo que parece ajeno al tráfico rodado, es increíble pero no estaremos a más de 200 m del caos circulatorio de la Estación y que queda atrás en nuestra memoria.






Nuestros sentidos se potencian al ver la belleza singular que nos brinda esta lugar. Cualquier camino lleva a otro igual o más bonito que el anterior, en el que suceden caminos campestres, casa,  estanques y lo que parece un salón de bodas al aire libre. Sin duda,  no se me ocurre mejor lugar para casarte que a la sombra de los robles que pueblan esta región de la ciudad. Seguimos por los caminos asfaltados hasta que la densa masa verde se va quedando atrás, todo ello en un marco de silencio, nada incomodo, que por un momento parece mágico ¿Estaremos viajando en el tiempo?. Pues no, seguimos en Brujas, pero por un instante, es como si estuviéramos en el Siglo XI en plena época de la ocupación española de la región de Flandes, de la que Brujas, sigue siendo capital. Una ciudad encantada con el suave influjo de la época medieval, poco a poco nos adentramos en el centro histórico y va creciendo esa magia que lo envuelve todo con un halo especial. Si no fuera por la vestimenta de los visitantes, algún que otro coche y la luz eléctrica de la alumbrado parecería que estamos caminando en tiempos de Felipe II. Callejeando entre sus calles, era inevitable encontrar los famosos canales de Brujas.





Sinceramente, no conozco todavía Venecia, pero estas vías de agua no tienen nada que envidiar a los canales venecianos. Además, dadas las horas que son, cercanas al ocaso, no sufrimos aglomeraciones y podemos disfrutar y hacernos inolvidables fotos de estos momentos tan especiales.



La noche se adueña de Brujas, y la ciudad se ilumina con un fulgor dorado que no resta la ganas de visitar importantes monumentos de la ciudad como el Campanario, el Ayuntamiento, las Puertas de Entrada a la Ciudad, la Iglesia de Nuestra Señora, la Plaza Burg.








Es precisamente esta plaza donde se encuentra el centro neurálgico de Brujas y donde podemos divisar el imponente campanario que la preside. Una torre que parece salida del mismísimo "Señor de los Anillos". 



A su sombra, decido disfrutar de una de las delicatessen urbanas de los belgas. Si en Alemania y Estados Unidos son los perritos calientes, en Italia la pizza al peso, aquí en Bélgica lo que se lleva son los cartuchos de patatas fritas con mahonesa. Ya en Bruselas me quedé con las ganas de comprar uno, así que no deje escapar la oportunidad de probar algo de la típica gastronomía urbana local y me compré con una Coca-Cola. ¡Que buenas están!, aunque lo que no está tan bueno es como el dependiente intenta cobrarme dos veces por la misma cosa. "Error amigo mío, ya estamos escarmentados de Francia" -pienso con ironía, mientras le miro y le aseguro, ticket en mano, que está equivocado. Mientras me deleito con las patatas, tenemos la oportunidad de conocer a una pareja de mexicanos con su hijo, que visitan la ciudad. Muy simpáticos y agradables nos cuentan que van a dar un tour por los Bélgica, Luxemburgo, Holanda y Reino Unido en unos 15 días, les advertimos de la picaresca del dependiente belga y les contamos que estamos en el sexto día de una loca aventura a través de todo el continente. Lo gracioso fue confesarles el medio en el que lo estábamos haciendo, quedaron totalmente estupefactos. Fue agradable conocer a estos viajeros del otro lado del charco. Nos despedimos y emprendemos el camino de vuelta al hotel, no sin antes disfrutar de los canales de Brujas al amparo de la Luna.



Unos inolvidables momentos que siempre me gustaría repetir, un sueño del que , por desgracia, nos despierta la incipiente lluvia que estaba empezando a caernos. Ponemos pies en polvorosa hacia el exterior del casco histórico, desandando el camino anterior. Aceleramos el paso y la lluvia se va haciendo cada vez más fuerte, hay que llegar al hotel para llevar la moto a sus soportales y cubrirla. Menos mal que llegamos a tiempo, justo cuando empieza a diluviar de verdad, cogemos la moto y la resguardamos de los elementos, por fortuna, esto no nos ha pillado en marcha, sino nos habríamos puesto como pollos. Una vez con la moto aparcada, llegamos a la habitación, ponemos la ropa a secar, cargamos nuestros gadgets y saco las SD para descargarlas en el disco duro portátil que llevamos, con la ayuda del PC de recepción. Pero eso queda para mañana, ahora es tiempo de descansar y reflexionar sobre lo que hemos vivido en tan sólo una jornada. A pesar del cansancio, nuestra moral es alta y estamos contentos. Hemos estado en cuatro grandes ciudades europeas, dos de ellas capitales, cruzado Francia, huido de un loco en moto y pernoctando en la "Venecia del Norte", sin duda y a falta de ver más mañana, la ciudad más bonita de nuestra aventura. Mucho tendrá que impresionarnos la Venecia italiana si quiere superar a esta ciudad de ensueño en la que esperamos despertar para seguir descubriendo lo mágico de este lugar.