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miércoles, 9 de julio de 2014

CAPITULO 8: DURMIENDO CON LA GESTAPO

AMSTERDAM-LEEUWARDEN-BREMEN-HAMBURGO




Distancia total ruta:  503 kms

Tiempo total:   5 horas 25 minutos

Ciudades visitadas: 3

Paradas: 3

Consumo medio:  5 l/100 kms 

Gasto de combustible:  33,78€

Peajes:


El día de ayer estuvo pleno de emociones y experiencias, la verdad es que Amsterdam es una ciudad maravillosa que merece la pena ver una y otra vez. Por desgracia, debemos avanzar hacia la siguiente frontera, el siguiente país. ¿Que nos deparará Alemania? Como es ya habitual en esta aventura nos despertamos temprano para coger carretera lo antes posible. M Carmen llevaba varios días quejándose del frío, anoche tras la vuelta nocturna y lluviosa al hotel, se convenció de que necesitaba más capas de ropa para afrontar la parte escandinava de Euro-Diversión. Yo ya le había prestado mi ropa térmica, pero no era suficiente. Así que no nos quedó más remedio que retrasar nuestra partida hasta que las tiendas abrieran. Supongo que en ese lapso de tiempo la ropa pudo secarse mejor, los dispositivos cargarse más, y nosotros organizar las cosas de las alforjas con más calma. Por desgracia, no pudimos descargar fotos en el disco duro. El uso de PC en este Ibis costaba dinero, al contrario que en Brujas, así que decidimos que probaríamos suerte en el siguiente hotel. A mi me dio tiempo a hacerle una revisión general a la moto. Limpie, engrase y tensé mi cadena, comprobé la presión de los neumáticos, las fijaciones, amortiguador, y el nivel de aceite, que estaba un poco bajo. Tras reponerlo, volví a la habitación para desayunar de nuestras provisiones. Con el estomago lleno y una vez hechos los deberes, partimos hacia Amsterdam de nuevo, con la misión de encontrar algo más de ropa de abrigo para mi sufrida pasajera. Es increíble, con el nivel de stress que hemos tenido en otras etapas, y aquí estamos sin ganas de querer irnos de Holanda, definitivamente, nos ha encantado este país. Dejamos atrás el hotel, cuyo parking está invadido de motos, se nota que el MotoGP de Assen es hoy, y tras él, el Aeropuerto de Schipol, el construido a más baja altura del mundo (a 3 metros) para desandar el camino y volver a ver la ciudad que vimos ayer.  Para comprar la ropa, y teniendo en cuenta que era Sábado, decidí que lo mejor, más rápido y seguro era ir a un Decathlon, metimos en el GPS el primero que nos salió y pusimos, prestos, rumbo a él. Cuando llegamos no pude salir de mi asombro. Habíamos llegado al Amsterdam Arena, uno de los estadios de fútbol, más modernos y bonitos del mundo, sede del Ajax de Amsterdam y de la selección de fútbol de Holanda. Mi novia, al principio, no le dio mucha importancia, aunque le di varias nociones de nuestro más reciente descubrimiento. 








Resulta que el Amsterdam Arena tiene una autopista que circula por debajo, uno de los mayores centros comerciales de Europa en su estructura y por si fuera poco, es de los pocos estadios completamente cubierto que hay en el mundo. Bueno, parece que se quedó un poco más impresionada. Aunque, más emocionada se quedó al ver el Decathlon abierto, casi no me deja aparcar la moto de los saltos que daba. Por fin entramos, y aunque estamos en verano, podemos  encontrar, no sin una ardua búsqueda, ropa de invierno. Lo malo, es que al estar fuera de temporada la variedad es poca, y claro no sólo tiene que abrigar, sino encima ser bonito, estar bien y barato. Compró un forro polar bastante competente, pero no era barato y el color.... ¿naranja? Ni en sueños M Carmen se habría comprado un algo tan chillón, pero de lo que había era lo que más abrigaba, según nos contó la amable dependienta. En fin, debajo de la chaqueta no se va a ver ¿no? Pagamos y nos vamos, poco a poco vamos dejando el majestuoso Amsterdam Arena atrás y vamos rumbo al norte del país, por fin, tras este receso necesario, da comienzo la octava etapa de Euro-Diversion 2013.

Cogemos la A-7 rumbo norte, la autovía nos brinda las últimas imágenes de moteros en ruta. Toman la carretera un sin fin de aerogeneradores a ambos lados de la misma, afortunadamente el viento sopla con suavidad y apenas se deja sentir en nosotros. M Carmen, ya esta probando su forro polar y se la ve más cómoda en el Falco Stradale, y con menos frío. Sin embargo, sigue con sus molestias en la rodilla, las cuales alivia de vez en cuando estirando la pierna. Menos mal que, siempre avisa, porque ese movimiento desequilibra un poco la moto, aunque sólo sea por unos instantes. 

- Menos mal que no me opere, si no, no hubiéramos podido realizar esta aventura - me comenta aliviada, mientras realiza su rutinario movimiento de estiramiento de las articulaciones.

Seguimos progresando, con el tráfico algo más fluído, por el norte del país hacia el mar de Frisia. A parte de los aerogeneradores, nos rodean un reguero de cuadriculados canales de riego que bañan los campos. Nos paramos a reflexionar a través de los intercomunicadores que es muy probable  que el terreno firme que pisamos pueda ser perfectamente ganado al mar. Según me pude enterar esa superficie ganada tiene la extensión de la provincia de Málaga, algo ciertamente increíble, no es de extrañar que los ingenieros holandeses estén entre los mejores del mundo por robar a la naturaleza su espacio y mantenerlo lejos de sus garras. A lo mejor deberían coger buena nota de ello los venecianos, siempre con problemas de inundaciones en cuanto caen dos gotas. El bullicio de la capital holandesa ha dejado paso a verdes y planos prados, silenciados únicamente por el murmullo de nuestros pensamientos, intentando asimilar ambos las intensas vivencias de estos días de increíble aventura. Nos separan ya unos 70 kms de Amsterdam y parece que, abandonada la urbe, hemos pasado a otro país, sin embargo, seguimos en Holanda, pero quizá en una Holanda más inhóspita y agreste. El viento, hace leves apariciones acompañadas por lluvia cada vez más incesante, por lo tanto, como precaución, no nos queda más remedio que parar, y ponernos los dichosos monos de agua. Todavía hoy, a más de 3000 kms de casa, maldigo mi suerte por la perdida de nuestros forros interiores (térmicos e impermeables). Pero no queda más remedio que claudicar y seguir a pesar de la dificultad. Aprovechamos el repostaje en una gasolinera para hacer la puesta de ropa, y matar dos pajaros de un tiro. Así que, comprobamos presiones, y tras saludar a un extrañado soldado holandés, nos ponemos en marcha de nuevo, rumbo a Leeuwarden, para llegar a esta ciudad de 96000 habitantes tendremos que atravesar el Gran Canal, el desafío se va cerniendo poco a poco sobre nosotros.

En un principio, cuando planifique la ruta de Euro-Diversion 2013 pensé en hacerla de tal forma que fuera posible llegar del punto más al sur del continente al que está más al norte usando únicamente la carretera como medio para conseguirlo, sin ferrys, ni mar que franquear. Tal fin, es posible desde hace bien poco, en concreto desde el 2000, fecha en la que Dinamarca y Suecia construyeron el puente de Oresund que une las localidades de Copenhague y Malmo. Este puente ha cambiado el mapa de Europa, tal y como lo conocemos, ya que los 16 kms que separan Dinamarca de Suecia, dividían además en dos a la Unión Europea, estando Suecia y Finlandia incomunicadas por tren y carretera con el resto de la UE. Desde este punto de visto, su impacto en la conexión de ambos países es muy superior al logrado por el Eurotunnel entre Francia e Inglaterra. Prueba de ello es que las líneas de ferry que hacían el servicio dentro del estrecho de Drogden han desaparecido, cosa que no ha sucedido ni en tierras británica ni francesas. El puente de Oresund es un puente mixto de 16 kms, aunque como puente tiene únicamente ocho, el resto lo conforma un túnel que va bajo el lecho marino y emerge en una isla artificial, donde la carretera "toma el relevo" conformando un puente. Lo cierto, es que dicho así, tiene que ser una pasada cruzar esta obra de la ingeniería del siglo XXI atravesando un estrecho, muy parecido al Canal de la Mancha pero con mejores vistas. El coste de 20€ como peaje por cruzar en moto, era un bajo precio por disfrutar de unas sensaciones. Sin embargo, tenía una pega: cruzar el puente, implicaría subir al Cabo Norte por Suecia, perdiéndonos toda la magnificencia de los fiordos noruegos. Pasar de Copenhague a Malmo y enlazar a Noruega supondría un kilometraje adicional de cerca de 1500 kms, con el consecuente incremento del presupuesto destinado a gasolina y alojamiento. Fue una pena, pero tuve que renunciar a este hito para poder conseguir llegar al Cabo Norte y volver en un número razonable de días.

Pero conmigo, siempre hay algo más, y claro está en esta ocasión tenía un as en la manga. No era como cruzar el puente de Oresund, pero esperaba que el Gran Canal de Frisia, llamado realmente Afsluitdijk, cumpliera mis expectativas de "caminar sobre las aguas". No era para menos, 30 kms de canal, que más bien deberíamos llamar dique. De hecho, el más largo de Holanda, el cual sirve para controlar el nivel de las aguas que rodean el país y protegerlo de temidas inundaciones. Ahora que nos separan pocos kms para llegar al lugar, debo admitir que estoy ciertamente emocionado, por lo desconocido que nos aguarda. M Carmen ya sabe a lo que nos enfrentaremos y está ciertamente preocupada, le preocupa, obviamente las condiciones climáticas que nos encontraremos, sigue lloviendo y el cielo no invita al optimismo, la verdad. Pero antes de que nos podamos lamentar o preocupar en exceso, el Falco Stradale nos emboca, entre  un escuadrón de motos, al principio del Canal. Contenemos la respiración, mientras se para el tiempo a nuestro alrededor.

Con un viento cada vez más bravo entramos en el canal. De repente, se abre ante nosotros una recta interminable que nos desafía más allá de lo que abarca nuestra vista, a nuestra derecha observamos un mosaico de islas artificiales, algunas incluso con casas y numerosos pequeños diques. A nuestra izquierda un muro de unos cinco metros nos parapeta del viento imperante de componente norte y de las olas. Aunque algunas consiguen superar el dique y salpicar con su espuma, sin importancia para los vehículos que transitan como nosotros, pero nos da una idea del infierno que se debe de estar desatando tras esos muros. No es para menos, estamos a nivel del mar (0 metros) y somos un plato muy apetecible para las fauces del Dios Poseidón. Nosotros continuamos con nuestra marcha firme hacia Leeuwarden, la localidad que nos espera tras este cruce entre aguas. A pesar de ser 30 kms en recta eterna y de no ofrecer nada motociclisticamente hablando de adrenalina, M Carmen y yo estamos disfrutando mucho de este espectáculo de la naturaleza y de como el hombre puede desafiar a la furia de los elementos. El viento, solo nos acaricia, la lluvia ha cesado, por un momento, parece que todo se ha puesto de cara para que disfrutemos de la belleza de este salvaje lugar, perdido en los confines de los Países Bajos. A medio camino de nuestra "travesía por alta mar" encontramos a un grupo de moteros que se han apeado a un lado de la carretera para hacer fotos, a nosotros no nos parece muy segura esta parada y decidimos seguir hasta llegar a un sitio más optimo para detenerse y fotografiar esta mastodontica obra de la ingeniería tulipán. Seguimos serpenteando insolentes entre el escaso tráfico sabiendo que, a escasos metros, el mar está deseando engullirnos. M Carmen aunque, algo asustada, se muestra emocionada, seguramente por el influjo de la adrenalina y ese miedo a lo desconocido que tanto engancha a los amantes de las dos ruedas. 

Tras nuestro juego, por el asfalto como testigo, llegamos al fin del gran dique con la sensación de haber subido a la montaña rusa, volando sobre las aguas sin apenas habernos separado apenas unos metros sobre el nivel del mar. Ha sido como circular por encima de una presa, pero a lo bestia.¡señores!¡que presa!, nada menos, que la que contiene el ímpetu del Mar del Norte. Aprovechamos la ocasión, para hacer una parada técnica y echar fotos como fiel testimonio de nuestra gesta.






Reemprendemos la marcha y cruzamos como una exhalación por Leeuwarden, el dique a nuestra izquierda y las islas artificiales a nuestra derecha han desaparecido y volvemos al rutinario asfalto, cogiendo la A-31, a la espera de cruzar la frontera alemana, ya va quedando menos para rodar por otro país. Al poco de coger esta carretera volvemos a observar ingentes escuadrones de motos, que se dirigen hacia el MotoGP Assen, no es para menos ya que estamos verdaderamente cerca. Sin embargo, aunque es tentador ver un espectáculo así fuera de nuestro país, la ausencia de entrada, y sobretodo de tiempo, hacen que tengamos que dejar atrás una vez más nuestros deseos y cumplir con la obligación de la consecución de nuestro objetivo, la vuelta a Europa en moto. Con gran pesar sobrepasamos Groningen, y casi sin darnos cuenta completamos los casi 70 kms que nos separan de Leeuwarden. A pesar de la distancia, tenemos todavía el recuerdo de nuestro paso por el dique bien fresco. Incluso M Carmen esta entusiasmada, aunque recelosa por el tiempo, sobretodo pensando en la carretera del Atlántico en Noruega. Es lógico pensar que por aquellos lares, no tendremos la protección de un dique que nos parapete del viento y de las olas, y eso la tiene algo preocupada. Pero todavía queda mucho para eso. Pasada la capital de la región, es decir, Groningen, nos quedan aproximadamente 55 kms para llegar a la frontera alemana, nos pasa que el Falco Stradale (sin indicador de nivel de gasolina, ni reserva) nos va pidiendo un repostaje.

- Rafa, ¿no nos toca ya repostar? - Me pregunta mi novia.
- Si, pero vamos a esperar a cruzar la frontera alemana, la gasolina está más barata - Le respondo mientras sorteamos un coche.
- ¿Seguro que llegamos? - Insiste con un tono más preocupado.
- Tranquila la moto aguantará - Le respondo con seguridad.

Estos pequeños detalles económicos son interesantes tenerlos en cuenta, sobre todo cuando la autonomía de tu moto te lo permite y tienes que atravesar varias fronteras, ahorrarse unos euros en repostar puede ser importante. Cuando estuvimos haciendo el presupuesto, me acuerdo que era importante conocer el precio de la gasolina allá donde vayamos. El ranking de los que recorreremos lo encabeza: Noruega, le sigue Italia, Dinamarca y Holanda. Así que, ya que vamos a estar 2 días en Alemania, lo mejor será esperar, para pasar de pagar 1,65 €/litro a 1,5€/litro. Proseguimos nuestro camino hasta la frontera alemana, la expectación va creciendo. Vamos a cruzar nuestra cuarta frontera y nuestro quinto país. Como siempre, lo malo de la supresión de fronteras es que no acabamos de ver el final de Holanda y el principio de Alemania. Finalmente, conseguimos llegar al país teutón y hacer la foto con cierta seguridad para nosotros. Kilómetros antes de la frontera tenemos la oportunidad de fotografiar la última curiosidad de Holanda, un país que sin duda nos ha maravillado.





Una vez en Alemania, una emergencia se hace necesaria. Hay que repostar lo antes posible, el Falco Stradale llega exiguo de combustible y ya no se puede jugar por más tiempo a la ruleta rusa, o mejor dicho alemana. Llegamos a una pequeña localidad Bunde. Pequeña villa alemana, pero con encanto. Aprovechamos nuestra parada para ir al servicio. Dar de beber a la moto es la prioridad. Por supuesto, mi novia me asiste a todo y juntos repostamos, a continuación me encargo de pagar repostaje y la bebida caliente.

- Ya estaba deseando tomar algo caliente, que gusto da un buen café -  Me dice mi novia aliviada.
- Eres la prima de Juan Valdés -  Le digo de manera burlona, mientras me bebo otro.

La verdad es que, aunque no lo quiera reconocer, hacer un alto en el camino viene estupendamente para recuperar fuerzas, estirar piernas y prepararse para los kms venideros. Todavía nos queda atravesar media Alemania hasta Hamburgo, unos 300 kms aproximadamente. Así deberemos repetir este repostaje, pero antes de marchar, observamos una casa cercana a la gasolinera con una orgullosa bandera alemana en un mástil. A mi novia le parece interesante reflejar nuestro cambio de país de esta manera. 

                        

Reemprendemos el rumbo hacia Hamburgo, pero antes de llegar, a medio camino, y coincidiendo con nuestro nuevo repostaje, queremos hacer una parada en Bremen. Ciudad famosa por ser la ciudad natal de los autores de los trotamúsicos, los hermanos Grimm ¿Os acordáis de la famosa serie del burro, perro, gato y el gallo?Nuevamente, volvemos a improvisar y con el permiso que da la hora de entrada en el hotel, vamos en busca de algo que podría ser interesante y nos pilla de camino en nuestra ruta. Próximo destino: Bremen.

Cogemos la carretera E-22. De momento, ni rastro de las famosas autobahn alemanas, pero si es cierto que desde que hemos pisado tierras germanas he observado un cambio curioso en el entorno. Si bien hasta llegar aquí, el parque automovilístico era variado, por ejemplo, en Francia se veían muchos Renault, Peugeot, o Citroën alternandose con japoneses y coreanos, muy parecido a nuestro país. Lo mismo se daba en el Benelux, pero lo que sucede en Alemania es increíble, llevo más de una hora circulando por este gran país y no he visto ningún coche que no sea alemán. Pero las motos también son germanas. Parece que aquí nadie conoce otras marcas que no sean Audi, BMW, Opel, Mercedes, etc. es increíble. Me cuesta bastante adivinar entre el tráfico un coche que no sea germano, en el horizonte veo un Toyota blanco, ciertamente ha sido como buscar un unicornio. En definitiva, los alemanes quieren a sus marcas más que un hijo y sin duda, les produce extrañeza el que una moto negra irrumpa en sus dominios,¿es japonesa?¿italiana?¿alemana?¿que demonios es?. Entre estas preguntas y reflexiones, seguimos avanzando en el Falco Stradale rumbo a Bremen. Desde luego, la calidad de las carreteras alemanas nos hace avanzar con diligencia, nada tienen que envidiar nuestras carreteras a estas, la verdad, pero ciertamente son mejores y tienen un mejor mantenimiento, al menos aparentemente. De momento, nuestra marcha se desarrolla con el beneplácito del tiempo, lo cual ya es una novedad. A donde quiera que miramos no observamos muchas diferencias en el paisaje si lo comparamos con el norte de Holanda, muchos prados, vacas, pequeñas poblaciones, que invitan a perderse en ellas y aerogeneradores allá a donde la vista no alcanza. Desde luego, no hemos sido los únicos que se han puesto las pilas con las renovables. La perfección de las carreteras germanas hace que cubramos los 200 kms que nos restan hasta Bremen, con una facilidad inusitada, tanto que parece insultante al desafío que estamos emprendiendo. Al fin llegamos al esperado Bremen, pero, ¿donde están los trotamúsicos?

De momento, decidimos que nuestro GPS, nos guíe hasta el centro de la ciudad y luego ya iremos viendo, mientras disfrutaremos de lo que esta urbe tiene que ofrecernos. Es curioso, pero desde unas etapas hasta aquí, hemos visto algunos fallos intermitentes en nuestro GPS Tomtom Rider, problemas relacionados con la carga del dispositivo. Menos mal que tengo una toma de corriente delantera y con una maña de mi novia, el GPS sigue funcionando a trompicones, la verdad. Con la esperanza de que no sea nada, seguimos circulando por esta ciudad, que al igual que Brujas parece sacada de un cuento de hadas, con cierto aire medieval, mezclado con la modernidad algo vetusta de los cables del tranvía. Según vamos acercándonos al centro, vamos viendo como el tranvía y trolebus ganan terreno a coches o bicicletas, no tan numerosas como en Holanda. Yo mientras, me enfrento al desafío de circular por Bremen sin caerme por acción de los resbaladizos raíles del tranvía. Tras unos 20 minutos de lucha contra el tráfico llegamos a una zona del centro de Bremen que es peatonal y que nos impide el paso. 

- Rafa, para, es una zona peatonal, no podemos pasar - Me advierte mi novia 
- No hemos llegado hasta aquí, para quedarnos a las puertas de ver el centro histórico de Bremen y quedarnos sin ver los trotamúsicos - Le respondo rotundo, tozudamente.  
- Bueno, nos hemos colado otras veces y no nos han dicho nada, probemos suerte - Me dice un poco resignada a la aventura que se avecina.

Con la cara que nos ha caracterizado hasta ahora en nuestro viaje, decidimos arriesgarnos y cruzar a lomos de nuestro Falco Stradale, obviamente a velocidad no superior a 20 km/h. Nos desplazamos con cierta torpeza, y aunque lo intento, no podemos escapar a las miradas de cientos de curiosos que ven como una moto sobrecargada se abre paso entre el gentío con destino desconocido. Sorteando gente llegamos a una gran plaza que resulta ser la:  Martkplatz 
Justo en este punto nuestro GPS nos indica que estamos en el Centro de Bremen. Bueno, es el momento de remangarse y ponerse a buscar la famosa estatua de los músicos de Bremen. Mientras intento encontrar una ayuda que se me resiste porque nadie habla ingles y yo no hablo alemán, M Carmen toma reseña de esta bellísima ciudad, íbamos buscando a los músicos, pero por casualidad y sin querer, en el camino hemos encontrado un Bremen medieval digno de un cuento, al estilo de Brujas. Ante nosotros se erige, sobre un machacón suelo de adoquines, la grandiosidad de la catedral de Bremen, sinceramente, por unos segundos, nos quedamos sin palabras. 






                         

                              

                         
En dicha plaza, además de la catedral, podemos disfrutar del Rathaus (ayuntamiento) de la ciudad y de la sede de la Cámara de Comercio. Decidimos hacer un alto en nuestra búsqueda e invertir un poco de tiempo en hacernos fotos de este singular lugar. 

                             

                           

Aunque he de decir, que las hacemos con cierta cautela, nos hemos saltado la prohibición de circular con vehículo a motor por estas calles peatonales y nos estropearía bastante la aventura un encontronazo con el brazo de la ley. Mientas estamos ojo avizor una persona se para a charlar con nosotros.

- ¿De que país sois? - Me pregunta un viandante desconocido que nos aborda en plena sesión de fotos.
- De España - Le respondo, obviamente en ingles.
- De España, estuve en Madrid el verano pasado, ¡oh! ¡qué alegría! - exclama - "Deberíais quedaros está noche en la ciudad, la iluminación del lugar es muy bonita, os encantará" - Me asegura con rotundidad el hombre
- "Por desgracia, no podemos, debemos continuar con nuestro viaje. Estamos dando la vuelta a Europa en moto y nuestra etapa de hoy termina en Hamburgo" - Le respondo, con cierto pesar y curiosidad por confirmar lo que nos dice.
- "Bremen, es más bonita que Hamburgo" - Se despide de nosotros con una sonrisa y con el deseo de que cambiemos de opinión y nos quedemos en su ciudad.

Aunque, no es nuestra intención contradecirle, la cuestión es que cambiar de planes a esta hora supondrá 100 kms más para la dura etapa del día de mañana con destino Hirtshals. Eso sin contar con la penalización por cancelar la reserva, por supuesto.

En fin, es hora de ponerse a buscar la famosa estatua de los músicos de Bremen, sabemos que esta aquí, pero no sabemos donde. Nos ponemos manos a la obra, y nos vamos recorriendo la plaza, con extremo cuidado de los raíles, preguntando a los transeúntes. Tras unos minutos de ardua búsqueda, conseguimos localizar a dos señoras que corrigen nuestro rumbo y nos dicen que la estatua es muy pequeña y que no es para tanto, aun así decidimos verla por nosotros mismos. Ponemos nuevo rumbo hacia una de la alas de la catedral de Bremen donde se supone que encontraremos nuestros a los trotamúsicos. Cinco minutos después llegamos a nuestro destino, por fin, encontramos la mencionada estatua. Ante nosotros, una estatua de bronce de los famosos cuatro animales. Inmediatamente viene a mi mente la historia que se narra en el cuento de los Hermanos Grimm: 

Un burro, un perro, un gato y un gallo, que vivían en el poblado de Dibbsersen, en la Baja Sajonia de Alemania, cuyos dueños habían decidido sacríficarles, porque consideraban que, por su vejez, éstos solo consumían comida y ya no les eran útiles para el servicio doméstico. Los animales se encontraban después de que cada uno, en forma independiente, hubieran huido de la casa de sus respectivos dueños. Al conocerse, deciden iniciar un viaje con destino a la ciudad de Bremen, conocida por su simpatía hacia los extranjeros (doy fe de ello). En su camino hacia Bremen, estos exiliados llegan a anochecer a una choza en la están pernoctando unos bandidos. Con el objetivo de amedrentarlos para ocupar ellos la vivienda, forman una figura con sus cuerpos, uno encima del otro, lo que hace huir a los bandidos. Figura que ha quedado inmortalizada en esta estatua. 



Cuenta la leyenda que si de un salto eres capaz de tocar el pico del gallo, tu deseo se hará realidad. Hago, por supuesto, el intento de saber hasta donde puedo llegar de un salto y lo único que logro es tocarle las patas al gato, desde luego no es nada fácil, ya que además de la consabida altura de la estatua hay que sumarle la altura del pedestal de la misma de un metro y medio aproximadamente. Quizá por esta dificultad ocurre que el morro del burro tiene una tonalidad dorada por el desgaste del bronce, de la cantidad de viajeros que no se han dado la oportunidad de conseguir el reto. En fin, supongo que mi deseo de un viaje bienaventurado no se verá afectado por no haber llegado al gallo. Tras hacernos unas fotos ante el sorprendido gentío, cogemos nuestro Falco Stradale y ponemos rumbo a las afueras de la ciudad para el último repostaje de la jornada. Tras él solo nos restan unos 100 kms para llegar a nuestro destino, nuestra etapa, que se alarga por momentos, nos ha reportado momentos inolvidables. Mientras reflexionamos y comentamos la jornada, mi novia y yo nos vemos sorprendidos por un potentísimo flash que nos ciega por completo durante unos segundos.

- ¡Que ha sido eso! casi me quedo ciega - Exclama mi novia.
- Habrá sido un radar de velocidad - Intuyo.
- Pero, por delante, ¿no son por detrás?,¿a que velocidad ibas? - pregunta con una perplejidad compartida.
- A no más de 60 km/h, no se que ha podido pasar. A lo mejor la zona era de 40, no recuerdo. Bueno es posible, que en Alemania, los radares hagan la foto por delante - Contesto intentando explicar la situación a M Carmen.
- Jajajajajja, pues entonces se van a quedar con las ganas, las motos no tienen matrícula delantera - Exclama con sorna ante la hipotética sanción.

Nos vamos de allí, sin saber muy bien que o quien nos ha flasheado, si ha sido un radar, un coche o un OVNI. Continuamos con cierto miedo en el cuerpo por una hipotética sanción, pero si el flash ha sido por delante y por ende la foto, lo único que tendrán las autoridades será una bonita instantánea del Falco Stradale cruzando su país en busca de completar la vuelta a Europa en moto, honestamente, espero que la guarden de recuerdo. Superado el susto nos dirigimos a una gasolinera para el trámite del repostaje, tras el cual nos preparamos psicológicamente para los últimos 100 kms de esta larga etapa, para ello cogemos la A-1. Son casi, las 18:00 y tenemos ganas de llegar a nuestro destino, cuanto antes para descansar.

Durante el último periplo de nuestra etapa, interrumpo el silencio de nuestros intercomunicadores para decir:

-¡¡¡M Carmen llevamos 3000 kms de aventura!!!!- Grito con estruendo.

De repente, como dos tontos empezamos a gritar de júbilo, sin saber que nos quedaran muchos momentos como ese, en concreto, trece o catorce más, si todo sale bien. Pero nos da igual, la ilusión guía nuestros espíritus aventureros y continuamos avanzando siendo cada vez más conscientes que, a cada km que nos alejamos de España, veremos más y más diferencias con nuestro país, pero de eso se trata este viaje, ¿no?. Digamos en cierta forma que vamos creyendo poco a poco, en que podemos completar esta gesta de dar la vuelta a Europa en moto. Desconozco si son las ganas de llegar, las buenas carreteras, el hipnótico movimiento del tráfico alemán con su defensa a ultranza de sus marcas, lo cierto es que llegamos a Hamburgo, la segunda ciudad en importancia de Alemania en un abrir y cerrar de acelerador. 



Esa importancia, viene dada porque el puerto marítimo de Hamburgo es uno de los de mayor tráfico de contenedores del mundo, fue fundado en 1189 y en sus aguas desemboca el rio Elba. A nuestra llegada a Hamburgo, cercana a las 19:30 se abre ante nosotros una ciudad un poco oscura, con ciertos cortes de clasismo en su arquitectura, con cierto sabor añejo. Menos mal que nuestro GPS mantiene nuestro rumbo estable en esta jungla de cristal, nosotros mientras vamos observando lo que esta ciudad nos ofrece. Vamos viendo como el tráfico aumenta ostensiblemente y es más difícil moverse entre carriles, nuevamente nos enfrentamos a los depredadores de cuatro ruedas. A pesar de lo que está frase pueda insinuar, en Hamburgo vivimos, entre semáforo y semáforo alguna que otra anécdota curiosa. Por ejemplo, muchos coches nos pitan y nos saludan para que los grabe con mi GoPro montada en mi casco, supongo que eso combinado con la bandera de España que adorna nuestra moto, hace que la gente saque a relucir su desparpajo. Algunos incluso a nuestro paso gritan "Ole", me parece ciertamente estereotipado, pero gracioso que en estas latitudes llegue el calor de nuestro país a estas gentes.

- Imaginaba a los alemanes mas fríos la verdad, cuanta hospitalidad, pero con esa cámara, no me extraña, eres un semáforo andante y todo el mundo quiere salir en la TV  - Dice con risa entrecortada.
- Pues para que veas que nos tienen más aprecio a nosotros que nosotros (los españoles) a ellos"  - Le contesto con rigor. 

Tras el paso por la zona más urbana o céntrica de la ciudad, peatonal, y en la que volvemos a colarnos, el GPS nos va llevando a una zona más industrial. Un lugar sombrío, donde abundan los polígonos y donde desaparece cualquier signo de vida o jolgorio. De pronto, la ciudad ha cambiado por completo, nos sentimos como Hansel y Gretel adentrándose en el oscuro bosque.

-¿Donde esta el hotel?¿Seguro que es por aquí?, donde nos estamos metiendo...  - Empieza a murmurar M Carmen con cierta preocupación.

- Si es por aquí, de momento el GPS nos esta guiando bien, para variar, la verdad, no sabía que el hotel estaba tan apartado - respondo mientras intento orientarme entre las grises calle.

De repente, a nuestra derecha, surge un edificio con aspecto de antigua nave, que resulta ser el ansiado y esperado hotel: Eulenkrug. Al fin hemos llegado. Encima para nuestra alegría, el edificio tiene soportales y podemos parapetar nuestra montura de los elementos. Si no me falla la memoria, hasta ahora hemos tenido mucha suerte en este aspecto y el Falco Stradale ha dormido siempre cubierto. Paramos nuestra moto y ante unas amenazantes nubes, nos ponemos a descargar nuestro equipaje por enésima vez. Después de hacerlo, cojo unas pocas cosas para aligerar la carga de mi novia y me dispongo a hacer el check-in en la pequeña recepción que me saluda.

Al entrar, observo un hotel bastante vetusto, con cierto olor a rancio, o mejor dicho a tabaco y a sudor. Más que un hotel, parece una fabrica que acababa de terminar el turno. Hay un trasiego de gente increíble, por los estrechos pasillos, a pesar de que no se vea gran actividad en el exterior. Me pongo a hablar con el recepcionista, que resultar ser un germano-turco que no habla muy bien ingles la verdad. A pesar de todo, consigo comunicarme con él y consigo que me de la llave de la habitación, no sin dificultad. Por si fuera poco, el WIFI hay que contratarlo aparte y cuesta 8 € más. A pesar de la clavada, decido aceptar, para poder hacer alguna crónica, mandar fotos, y contestar mensajes. Bueno, pues allá voy, cargado con lo que he podido portar del equipaje y las llaves. Me toca subir a un segundo, por pasillos estrechos y laberínticos, tanto es así que me pierdo y cambio de ala del edificio, o al menos eso creo, porque el orden de las habitaciones no guarda lógica ninguna, y tampoco ayuda el que la forma de la planta del edificio se parezca más a un venganza del Tetris que a otra cosa, con multitud de entreplantas y descansillos que no llevan a ninguna parte. Finalmente llego a la habitación y abro la puerta.

Sinceramente, estoy tan cansado de portar tanto peso en la busqueda de "la habitación perdida" que ni siquiera reparo en su aspecto, solo dejo la cosas, reposo mis huesos fatigados durante un breve instante, y acudo raudo a ayudar a mi novia con el resto de nuestras pertenencias. La pobre, que se ha quedado esperando bajo los soportales del hotel, a estas horas ya debe de hablar turco por lo menos.

- ¿Donde estabas?¿Porque has tardado tanto? Seguro que has estado enrollandote a hablar con la recepcionista. - Me pregunta, ciertamente airada.
- Si claro, toda una belleza, ahora la veras, jejeje - Le contesto burlón. Me he perdido en el hotel, espero recordar el camino de vuelta a la habitación, he dejado ya alguna de nuestras cosas.
- ¡Madre mía!la que nos espera - Exclama mientras me carga con una última remesa de cosas y emboca la entrada de nuestro hotel.

Desconozco como pero fui capaz de llegar y guiar a mi novia hasta la habitación a la primera, cosa rara en mi, la verdad. Va a resultar que no era tan difícil llegar después de todo, a nuestra llegada ya si me da tiempo a observar nuestra habitación y tengo que reconocer que ninguno de los dos pudo salir del estado de shock en el que nos sumergimos en los primeros minutos de estancia. En primer lugar, había un gran espacio destinado a un escritorio con sillas y un gran armario, lo extraño de todo, era que había cuatro camas de matrimonio. M Carmen y yo nos miramos sin saber muy bien que decir. Ya estabamos acostumbrados a habitaciones cutres pero esta se llevaba la palma. 
- ¿Para que cuatro camas de matrimonio?, si sólo somos dos - Pensé inquieto. 

La habitación tenia cierto aire años 80, pero no el de la movida madrileña, años 80 de la antigua RDA. Todo era antiguo y estaba algo sucio, las camas tenían un colchón malísimo, las paredes decoradas con papel pintado y las vistas, las vistas daban a un matadero. Por un momento, en nosotros, se instaló el pensamiento de que esta habitación fue, en el pasado, una sala de interrogatorio de la GESTAPO, donde torturaban a la gente en la época de la Guerra Fría. Por esa regla de tres, creo que también dedujimos que el matadero sería la excusa perfecta para deshacerse de los cadáveres. Mientras pensábamos eso, no dejábamos de mirar a esas cuatro camas, que seguían inquietándonos.  "¿Para que cuatro camas?¿Estamos solos?" - cierto aire de misterio se coló en nuestra mente y mientras nos hacíamos estas preguntas, atormentando nuestra alma, al igual que el increíble silencio de la estancia.

- Bueno, a ver si luego va a venir más gente - Pregunto retóricamente al aire en busca de una lógica explicación.
- Bueno, yo me voy a llevar la llave y como aparezca alguien en mi habitación se va a enterar - Dice M Carmen para romper la tensión y el silencio del momento. Nos echamos unas risas y nos preparamos para salir a ver un poco de Hamburgo, que, por extraño que parezca es otra de las ciudades apodadas como "La Venecia del Norte", junto con Brujas, Amsterdam y Estocolmo, esta última, por desgracia, no podremos visitarla en esta aventura. 

Emprendemos la marcha con decisión, son ya las 20:00 y la verdad es que tenemos un hambre atroz tras una larga jornada sobre la moto. Así que tomamos doble ración de moto y nos embarcamos en la aventura de descubrir Hamburgo. La ciudad germana va poco a poco mostradose ante nosotros, con cierto aires góticos que se mezcla con la modernidad de la segunda ciudad en importancia de este país. Rascacielos se funden en el entorno con catedrales de corte clásico y viviendas de clase media de diseño estándar. Mi primera sensación sobre Hamburgo es que es una ciudad algo oscura, a lo que sin duda ayuda el creciente ocaso que se cierne sobre nosotros. 

- Esta ciudad me recuerda a Gothan - Afirmo con rotundidad mientras me deleito con el paisaje adornado por las farolas que va tornándose en nocturno.
- ¿A qué? - Pregunta sorprendida.
- A la ciudad que sale en Batman - Le contesto.
- Estas como una cabra, ¿eh?, vamos a buscar algún restaurante, ¿no? - Solicita mi novia con la urgencia del hambre.
- Es verdad, me apetece probar las famosas bratwurst
- Y a mi la cerveza, jejeje - Me dice M Carmen.

Buscamos en el movil un lugar donde sirvan las famosas salchichas alemanas y ponemos su dirección en el GPS. Mientras el aparato se posiciona y me va cantando la ruta, grabo algunas escenas del tráfico de la urbe y M Carmen aprovecha para hacer algunas fotos. Algo que, evidentemente llama la atención de los transeuntes, que curiosos nos miran desde la acera, desde sus coches, etc. Es precisamente, desde uno de ellos, un señor mayor se pica con nosotros y nos reta a echar una carrerita con su viejo carro de por lo menos 30 años de antiguedad, desconozco la marca, contra mi Falco Stradale, desde un semáforo a semáforo. 



Por desgracia, pierdo la competencia, pero por lo menos le arranco una sonrisa, no es el único, ya que mi novia hace tiempo que esta partiéndose la caja con estos momentos, tan propios de Mr. Bean. Momentos, en los que no se cruza ninguna palabra, pero el lenguaje gestual es lo suficientemente rico como para comprender la realidad del momento. Además se muestra sorprendida ante la hospitalidad alemana.

Con esta divertida anécdota, llegamos hasta el restaurante, que se encuentra dentro del distrito financiero de Hamburgo, pero nos sorprende verlo carente de actividad y con casi todos los establecimientos cerrados, aún siendo no más de las 21:00. Llegamos al restaurante y vacío. ¿A donde se han ido los alemanes?, no hay nadie - Pienso. Con cierta timidez, entramos en el local y hablamos con el camarero, adivinad, es turco también. Le preguntamos si podemos pedir y nos dice que si, a pesar de que estaban a punto de cerrar, así que no perdemos ni un momento, nos acomodamos, tenemos todo el restaurante para nosotros y nos disponemos a disfrutar de primera cena en el extranjero. Es posible que, esta no sea la mejor y más saludable manera de cenar que haya, pero después de todo lo que hemos pasado, no esta de más darnos algún homenaje para subir la moral del equipo. Aquí os dejamos algunas fotos del momento, que creo que hablarán mejor que yo de lo acontecido.
El tema de conversación, a parte de la carrera tipo "Fast and Furious" con el coche de 30 años, fue la excesiva cutrez de la habitación. Yo me defendí diciendo que era la más económica (55€) y que tenía un 6,2 según la web de reservas hoteleras: booking.com. Mi novia, no le dió mucha importancia, conmigo esta a salvo de cualquier espanto. Durante la cena y entre risas recordamos otras habitaciones infames como esa de Paris, con humedades, colchones de esponja, agua fría, vistas a un muro, en un distrito más parecido a Tanger que a la ciudad de la luz, con un 6,5 de nota en la misma página, he de decir. O por ejemplo, esa habitación del Hotel Santa Rosalia, nunca olvidaremos ese nombre, con calificación de 7, de la misma época que narra "Cuentame", con esas cortinas, esos visillos, esos interruptores, ese espejo... ¡madre mía! menudas risas nos echamos recordando aquello. Aunque la reserva de habitaciones, fue iniciativa mía, siempre conté con el consenso de M Carmen, que me hacía huir de lo excesivamente barato y todo lo que tuviera baño compartido, lo verdad es que con Hamburgo me equivocado de pleno. Pero no importa, estos detalles aunque jocosos siempre nos han parecido nimios. En nuestros viajes siempre hemos preferido descubrir el lugar que visitamos a encerrarnos en cuatro paredes con un todo incluido. No todo el mundo viaja de la misma manera y en las mismas circunstancias, pero al menos puedo decir que mi novia y yo coincidimos en nuestra manera de entender los viajes y la aventura. 





Tras la merecida cena, que concluimos algo apresuradamente, por culpa del insistente camarero, ponemos rumbo a nuestro hotel con cierto sabor agridulce, y no por la comida, que le vamos a hacer!. Momento dulce, sin duda, el de la cena, merecida recompensa para una etapa que quizá debió terminar en Bremen, tal y como nos dijo aquel amable desconocido. Momento agrio, el hecho de que apenas hemos visto nada de, "Gothan" quiero decir, de Hamburgo, salvo calles desiertas y camareros ansiosos, pero especialmente hoy necesitamos descansar bien para mañana. Porque mañana tenemos que cruzar el norte de Alemania y Dinamarca entera para llegar a tiempo de coger el ferry con destino a Kristiansand (Noruega) ya en la península escandinava, siguiente fase de nuestra aventura. No sabemos lo que nos deparará el mañana, nosotros de momento, dormiremos con la GESTAPO.

sábado, 1 de febrero de 2014

CAPITULO 7: CONOCIENDO A ANNA FRANK

BRUJAS-AMSTERDAM



Distancia total ruta:  271 kms

Tiempo total:   3 horas 40 minutos

Ciudades visitadas: 2

Paradas: 1

Consumo medio:   6,34 l/100kms

Gasto de combustible: 33,76€

Peajes:


Con los albores de la mañana, comenzamos una nueva etapa de Euro-Diversion 2013, ya llevamos una semana viajando y, parece mentira, pero me creo que estamos a diez veces más distancia de la que realmente estamos. La lluvia a última hora del día de ayer nos privó de disfrutar de la noche de Brujas, por eso, nos hemos levantado temprano para verla de nuevo antes de nuestra marcha a Amsterdam, siguiente etapa de nuestro viaje. Dejamos todo preparado para después montarlo en la moto, sin embargo, antes de partir a desayunar y hacer turismo, decido hacer una descargar de las fotos de nuestras cámaras al disco duro portátil. Ya nos dieron un susto en Elgoibar, pero allí fueron detectadas, tras varios intentos en el ordenador de Toni. Así que lo mejor es descargarlas finalmente y usar las nuevas que compramos en el País Vasco. Con la misma me acerco a la recepción del hotel con la esperanza de que el uso del PC sea gratuito para los huéspedes, afortunadamente no lo es, y procedo. De repente, se consuma la tragedia y un sudor frío recorre mi espalda, las tarjetas no son reconocidas por el PC, ni con cable USB directamente a la maquina, ni con nuestro mini-lector de tarjetas. Súbitamente, es como si las tarjetas estuviesen, algo totalmente imposible. Lo intenté de un millar de formas posibles, pero fue totalmente en vano. Os podéis imaginar la rabia que me dio el saber que las fotos que habíamos tomado hasta Brujas se habían perdido. Los recuerdos de nuestros primeros pasos en nuestra memorable singladura. Como por ejemplo, la foto que nos hicimos con mi amiga M Carmen en París enfrente de su Bistro, o el video en el que salgo dando un emotivo discurso en la fiesta de Aldeas Infantiles en Madrid. Se que mi enfado no es vital, nosotros estamos bien de salud y la moto funciona, pero que es como cuando hay un incendio, salvas la vida, la de los tuyos e incluso la de tu mascota, pero lo que más lamentas es la pérdida de esas fotos, esos recuerdos imborrables que quedan congelados, en el tiempo, en un abrir y cerrar de obturador. Supongo que hemos perdido algo del alma de este viaje, al menos permanecerán imborrables en nuestra mente y nuestro corazón.

Con el cabreo todavía latente, cojo todos los utensilios para hacer la primera revisión de la moto desde que empezamos este viaje. Revisaré nivel de aceite, ya que durante las etapas previas ha habido momentos en los que se me ha encendido el testigo de nivel de aceite. Tampoco dejaré de lado la revisión de las pastillas de frenos, presión de neumáticos, estado de correajes de las alforjas, etc. Para colmo de males compruebo que el intermitente izquierdo no funciona, afortunadamente tengo la pieza de repuesto. Me pongo manos a la obra, sinceramente, ojalá todos las incidencias mecánicas del viaje fueran como estas. Aproximadamente tardo unos quince minutos, y apenas me he manchado, que ya de por si es un milagro. Mientras me encontraba recogiendo, o observo como la moto, con el motor parado, empieza a moverse sola. Son cerca de las 07:30 de la mañana y desconozco si todavía estoy dormido, pero me raspé un poco la mano al cambiar el intermitente, así que como me dolió supongo que estoy en vigilia. Pero lo que es un hecho es que la moto, ¡se mueve! ¿Cómo es posible? Antes de poder averiguar la causa, la moto se cae a plomo con estrépito hacia la izquierda, menos mal que los topes anticaida de la moto cumplen su cometido a la perfección y amortiguan el impacto. Sin duda los 42 euros mejor invertidos de este viaje. Sin embargo, aunque como puedo constatar a la moto no le pasado nada, lo cierto es que solo no puedo levantarla. Menos mal, que por el lugar pasa un hombre que amablemente me ayuda a levantarla. Recuperada la verticalidad arranco la moto y esta responde sin problemas. Suspiro aliviado al superar este episodio, desde luego, una revisión rutinaria nunca fue tan estresante.

Con los utensilios recogidos en el baúl, subo al hotel para contactar con M Carmen y contarle, primero que hemos perdido las fotos del viaje hasta ahora, y segundo lo que ha sucedido con la moto. Su cara, lo decía todo, se contrarió por las fotos, pero más se preocupó por el estado del Falco Stradale. Y no es para menos, si la moto se estropea, y teniendo que dormir cada día en un lugar diferente, tendremos que desplazar todas las reservas de nuestras etapas, las cuales chocarían de frente con las reservas de ferry, con lo cual podría ponerse en serio peligro nuestra aventura. Las reservas de ferry, por desgracia no son modificables. Pasado el susto, cogemos lo justo y necesario para hacer turismo por Brujas, es un deleite para los sentidos volver al casco histórico de esta bella urbe. La etapa de hoy invita al optimismo, tenemos una de las etapas más cortas de nuestra aventura con 271 kms, son las 08:00 horas y tenemos que estar en Amsterdam para antes de las 17:00 horas, creo que un objetivo perfectamente posible.


Con esta reflexión, iniciamos nuestro nuevo periplo por Brujas. Esta ciudad invita a perderse por sus innumerables parques, canales, que circundan a modo de foso la ciudad, y callejuelas. Volvemos a viajar en el tiempo, a un tiempo donde todo era más sencillo, la vida era más pausada y las calles rezumaban ese olor añejo, tan peculiar, que sólo los libros de historia nos pueden relatar. Bueno, con tanta prisa, se nos ha olvidado desayunar, pero por una vez no tiraremos de recursos propios y vamos a disfrutar del famoso chocolate belga. Las vacas que hemos visto en el trayecto, invitan a imaginar que esos frondosos ejemplares darán buena leche, y aunque no la dieran, Bélgica ha tenido colonias en África, como es el caso del Congo, por ejemplo, es de suponer que mantendrán las relaciones comerciales. Desgraciadamente, nos encontramos con el primer choque cultural, con respecto a España. En Brujas, las innumerables chocolaterías abren de 10:00 a 18:00, por lo tanto, no queda más remedio que esperar. Pero no pasa nada, tenemos dos horas francas hasta la hora de apertura, asi que vamos a aprovechar para pasear por sus calles adoquinadas, deleitarnos con sus escaparates de artesanía, especialmente el ganchillo y punto de cruz, y a babear, porque no decirlo con las exposiciones de surtidos de chocolate de infinidad de sabores. Nunca hacer tiempo fue tan ameno, pero no lo perdemos en vano, aprovechamos para hacer más fotos de los canales que en el día anterior se nos “aguaron”, también para ver con más detalle la Plaza de Burg, centro neurálgico de la ciudad, con los estandartes y banderas de la ciudad, la región y el país. Observamos como las aguas y las calles están apacibles, libres de turistas y embarcaciones, es todo tan idílico que parece salido de un cuento. Un amigo nuestro nos hablo de que a esta ciudad se la conocía como la Venecia del Norte y desde luego que lo es, pero sin el agobio y stress veneciano, así da gusto disfrutar de esta visita. Brujas invita a la plácida reflexión, a los largos paseos sin compromisos al acecho, a no tener que luchar por captar la mejor instantánea, ni a perder la juventud haciendo colas fútiles, creo que por primera vez en este viaje estamos disfrutando de una ciudad. Quizá tenga que ver que Brujas es perfectamente visitable en una tarde, es posible, supongo entonces que nos estamos recreando.






Cercano a las 09:00 conseguimos entrar en una tienda de souvenirs. Una tienda sin duda curiosa, porque tiene como un olivo incrustado en la puerta, y compramos una pegatina de la bandera belga. Por desgracia, se me olvido comprar la francesa en la Galia, y también en España. Se me acaba de ocurrir que puede ser una buena idea decorar el baúl de la moto con las banderas de los países que visitemos a modo de reseña de la consecución de nuestra aventura. A M Carmen parece entusiarmarle la idea, tampoco deja pasar la ocasión de ver otros objetos típicos del lugar y que ofrecen este tipo de tiendas, como por ejemplo: dedales, abrebotellas, platos, llaveros, pegatinas, camisetas, etc. Todas ellas con las imágenes típicas de Bélgica, como el Manneken Pis, aunque de Brujas, encontramos solo cosas relacionadas con su equipo de fútbol y su escudo, claro está. Ya nos dijo mi amiga de París, que el ganchillo, visillos y ese tipo de artesanía son muy típicas de los brujenses, y no se equivocaba. M Carmen sin duda, le llama mucho la atención unas jarras de cerveza minuciosamente decoradas, así como los innumerables dibujos hechos con las más diversas técnicas (carboncillo, acuarela, etc.) de pintura, todos ellos sobre Brujas.

Que pena que no podamos llevarnos un dibujo de cada una de las ciudades que visitemos, como tenemos de París o El Cairo” - Se lamenta resignada.

Es verdad, una verdadera lástima, si tuviéramos coche, podríamos llenarlo de recuerdos o detalles de todas las ciudades”.

Y es que viajar en moto tiene, por desgracia, estos inconvenientes. Tienes que viajar con el equipaje justo, y cada cosa que se sume añade peso a nuestra sufrida moto. Y encima hay buscarle un sitio adecuado, casi a presión. Aunque hemos visto cosas dignas de decorar con estilo cualquier casa, por desgracia, tenemos que desistir de darnos este homenaje. No queda más que afirmar que las fotos y videos serán únicos testigos de nuestro paso.

Con nuestra pegatina de la bandera belga en la mano y con la decepción en la otra, seguimos caminando por las “embrujadoras” de esta urbe del medievo que ha viajado en el tiempo hasta nuestros días. Poco a poco la ciudad ha ido despertando a nuestro paso, empiezan a sucederse paulatinamente los cruceros por los canales, los comercios abren sus puertas, e incluso vemos una bici-excursión de unos niños escoltados por la Policía.

Ha llegado el momento de probar el chocolate belga, han abierto las tiendas” - exclamo

Sin más dilación y aunque al principio, titubeamos un poco entre varias, nos dirigimos a una bastante colorida. Nada más entrar se puede sentir entre el fresco ambiente ese olor a amargo característico del chocolate puro de cacao. Hay chocolate de todos los colores, sabores, y en casi cualquier forma, todos ellos de fabricación artesanal, como nos indica orgullosa la tendera.

También podemos apreciar multitud de formas de presentación: en bombones, tabletas, lingotes, barritas, chupa chups,etc. En pocas palabras: Bélgica es el paraísos de los dulzones. Nosotros apabullados ante tanta tentación decidimos picar, esperar hasta las 10:00 no ha sido fácil, sobretodo en ayunas. Nos lanzamos al deleite y pedimos una caja de unos veinte bombones, con sabor a naranja, limón, pistacho, plátano, etc. Estos desde luego para nosotros, seguro que nos alegraran durante unos minutos cuando este os en lejanas latitudes. Como pasó anteriormente, tampoco nos podemos llevar una gran cantidad de género, primero por la falta de espacio y segundo, porque se estropearía. Así que nos conformamos con la caja y nos decidimos a tomar un poco de chocolate caliente, como es tradición por estos lares, de paso, damos testimonio directo de su calidad, aunque la única manera de saberlo, para desdicha de algunos, es llegar hasta aquí. Antes de continuar, y aunque me entorpecen mis propios deseos hechos saliva, debo decir que la forma de preparar chocolate caliente es ciertamente curiosa. Primero eliges el sabor: Yo me pido un chocolate blanco con naranja y M Carmen un chocolate negro con frutas del bosque. El chocolate se presenta en una bola que casi parece una cápsula de Nespresso. Después, la dependienta lo introduce en una maquina, muy parecida a las cafeteras que están tan de moda últimamente y con agua caliente a presión, derrite la bola formando un vaso de espumoso y cremoso chocolate. 

"¡Umm! Que bueno está" - debimos de pensar al unísono los dos. Con el primer sorbo, pagamos a la amable dependienta y nos marchamos para disfrutar de la bebida y estrenar la caja, en otro enclave más bonito. En concreto, sobre un puente cercano, de los muchos que conecta y flanquean los canales de Brujas.



Sinceramente, ni me acuerdo lo que costó el chocolate, ni la caja de bombones, pero lo que si se es lo mucho que los disfruté, el lugar, el desayuno, y la compañía hicieron de este momento, un momento único. A veces no hace falta desayunar en un hotel de 5 estrellas para sentirse un privilegiado, en cierta forma tuvimos nuestro momento especial, que espero se repita más veces durante nuestra aventura. Si tuviera el poder de parar el tiempo, sin duda escogería este momento, entre las impertérritas y calmas aguas.  Seguimos en el centro de Brujas y tras el desayuno, nos recreamos haciendo más fotos de los canales según vamos caminando alejándonos del anillo del centro histórico de la capital de Flandes. Poco a poco el murmullo de los escasos coches, turistas, bicis y barcos se va perdiendo en la lejanía y sumergimos en los frondosos bosques que protegen la ciudad de curiosas y poco atrevidas miradas. Tomamos una senda que dejamos anoche abandonada por la lluvia y reemprendemos el camino.









Las zonas verdes de esta ciudad te abstraen de tal manera que no te sientes que estés en el centro urbano de ningún sitio. A nuestra derecha nos escolta un gran canal navegable, que si no recuerdo mal, puedes llegar hasta Gante. A nuestra izquierda se suceden los arboles, parques, y carreteras de entrada al centro todas flanqueadas por una especie de torres de vigilancia con un estilo claramente. Seguimos nuestro camino, casi hasta hacer desaparecer arboles o construcciones humanas y nos encontramos con algo que no esperábamos descubrir hasta más adelante en nuestra aventura: Molinos, y bastante imponentes por cierto.




Holanda se que esta plagado de ellos, pero de Bélgica era la primera noticia que teníamos. Al subir las escaleras, podemos disfrutar de unas vistas impresionantes de la ciudad de Brujas. No dejamos pasar la ocasión de fotografiar este momento y de paso conocer a una pareja amiga de Klaus y Lisa, de Alemania y Canadá respectivamente, los cuales se encuentran, como nosotros, haciendo un tour por Alemania y los países nórdicos. Bueno, el nuestro es un poco más amplio, pero estoy seguro que ambos viajes tendrán muchas anécdotas y curiosidades que contar. Nos despiden con una sonrisa y nosotros aprovechamos para ir dando un paseo de vuelta al hotel. El tiempo ha pasado rápido, como siempre, pero esta vez no nos sentimos presionados por él, casi me dan ganas de concluir nuestro viaje aquí y pasarnos el resto de los días disfrutando de este paraíso urbano. Pero por desgracia, hay que seguir mirando hacia adelante, Amsterdam nos espera. 

Cargamos la moto, y ajusto el amortiguador, que según mi novia esta un poco blando, y arranco la moto. Debo reconocer que durante un segundo mi corazón se paró, desde la caída no había probado a arrancarla. Por fortuna lo hace, así que empezamos esta séptima etapa y ponemos rumbo a Holanda. Al salir de Brujas volvemos a ser testigos de la gentileza y civismo belga en lo referente a las motos. Aunque parezca increíble ante cualquier atascos las hileras de coches se abren para dejar a las motos que circulan. Esta vez, no encontramos ningún falso policía, ni tenemos incidentes. Cogemos la E-34 y bordeando la frontera belga navegamos por el asfalto hasta Amberes, recorremos esos 90 kms, con bastantes fluidez y sin sobresaltos. Sin duda, Bélgica no es el país de los camiones, su hábitat natural es Francia, digamos que este país es más "civilizado". Continuamos 40 kms más por tierras belgas, en el horizonte podemos divisar en el horizonte más molinos como los que vimos en Brujas, y surcando entre ellos canales bastante anchos. Si al principio de nuestra entrada en Bélgica la vimos muy similar a Francia, ahora poco a poco, todo a nuestro alrededor se va haciendo holandés, sin duda, estamos cerca. Antes de cruzar la frontera Bélgica paramos en una estación de servicio para dar de comer a nuestra moto y a nosotros mismos, usando nuestras provisiones de jamón y queso con algo de pan, claro está. Tras el parón, retomamos la marcha para justo antes de cruzar a Holanda nos encontramos con una curiosa escultura, que tiene cierto aire al Atomium de Bruselas pero en color violeta. Sin duda, una magnifica manera de despedirnos de este pequeño país. Pequeño en extensión, pero grande en sensaciones y experiencias, aunque te dejamos atrás nunca te olvidaremos Bélgica. 

La entrada en Holanda la realizamos entre verdes prados, asfalto perfecto y canales que cortan el paisaje formando cuadriculas. Seguimos por la E-27, la cual habíamos cogido en Amberes y que no abandonaremos hasta nuestro destino en la capital de Holanda. Holanda pertenece a los famosos Países Bajos, una triada de países que conforman el Benelux, es decir, Bélgica, Holanda (o neerderland) y Luxemburgo, aunque finalmente Holanda se ha ganado la definición de toda una región. Toda esta introducción viene para relatar que Holanda, al igual que el hemos dejado atrás, es un país extremadamente plano. No se atisba en el horizonte ningún promontorio pero si más aerogeneradores que los que hemos visto hasta ahora en tierras galas y belgas. No sólo los holandeses han ganado terreno al mar, también han sabido domar las fuerzas del viento. Afortunadamente, las fuerzas de la naturaleza nos siguen respetando, aunque a veces, se da alguna ráfaga de viento que altera nuestra marcha. Pasamos Breda y seguimos nuestro camino a Gorinchem, a salto de mata, entre canales y puentes que hacen que cruzar Holanda de sur a norte sea como atravesar un lingote de mantequilla con un cuchillo. A medida que avanzamos el cielo se va encapotando y la amenaza se lluvia cada vez se hace más patente, de hecho nos chispea un poco durante unos minutos. Sea como fuere, decidimos prevenir en lugar de lamentar y paramos para enfundarnos el traje de agua cerca de Vianen. Es en ese momento, cuando M Carmen se percata que el mono de agua que habíamos perdido era mío y no el de su compañero Reyes. Un alivio para ella y mosqueo para mi. Por un momento parece como si hubiera sido bueno para ella perder mi mono de agua en la primera etapa. Nada más lejos, la cuestión es que, no hay nada peor que te presten algo y perderlo, al menos, supongo que entre nosotros no tendremos que darnos explicaciones. Bien pertrechados con medios ante la lluvia por primera vez en esta aventura, seguimos nuestro camino hacia Utrech, con leves amenazas de chubasco y con algo de viento sin importancia. Superada la capital de la región homónima ya solo nos quedan 42 kms para llegar a Amsterdam, ya casi podemos divisarla en el horizonte. El terreno sigue siendo plano, aunque no exentos de hermosas y campestres vistas. Dan ganas de pararse a hacer un picnic a km de ruta y de paso que nos acompañen las numerosas vacas que pueblan estas fértiles tierras ganadas al mar. Aprovecho para compartir ese pensamiento con mi novia: Holanda a lo largo de su historia ha ganado aproximadamente un quinto de su superficie al mar, es decir, unos 7000 kms cuadrados, el equivalente a la extensión de la provincia de Málaga, ¡ahí es nada!

Entramos en la capital de Holanda rozando las 16:30, sino recuerdo mal. Entre motos y un con algo de atasco, rodeamos la ciudad, con la ayuda del GPS, hasta llegar al aeropuerto Schipol, aunque encontrar el hotel se hace un poco difícil, tanto que acabamos dando varias vueltas por el terminal de salidas y llegadas en un bucle que parece infinito. Este aparatito nos la vuelve a liar, pero con algo de suerte encontramos en el horizonte el hotel Ibis y a continuación el nuestro, el Ibis Budget. ¡Qué alegría! por una vez, la etapa se ha desarrollado sin novedad y tenemos muchos tiempo para disfrutar de Amsterdam, perfecto. Hago el check-in mientras M Carmen descarga la moto y la acomoda en la habitación que le indico. Previamente, le había solicitado a la recepcionista una habitación en la planta baja, para evitar andar mucho con los trastos a cuestas y ella complaciente, me la gestiona. Abusando un poco de la amabilidad de Margaret, que así se llamaba, le pregunto si puedo dejar la moto a cubierto en algún sitio del hotel. Ella me indica que justo donde nos ha dado la habitación hay un descampado con unos soportales, así que ni lo dudo y me desplazo hasta allí, aunque el terreno es algo blanco, el Falco Stradale se desplaza bien y consigo aparcarlo. De paso le paso a mi novia las últimas cosas por la ventana.

"Bueno, y ahora ¿Qué hacemos?" - Pregunta mi novia. 
"Pues como hemos llegado bien de tiempo, vamos a intentar entrar en el Museo de Anna Frank y luego ver la ciudad" - le respondo. 
"Rápido, tenemos hasta las 19:00 para llegar y no sabemos si habrá entradas, el Museo suele ponerse hasta los topes" - me advierte mientras prepara las cosas para hacer fotos de esta nueva capital europea. 

Saco la moto del campo trasero y la pongo en la entrada principal. Mientras espero no puedo evitar detener vista sobre una BMW S1000 RR de color blanco impoluto aparcada en la puerta. Una superdeportiva de 193 CV que no suele ser habitual en un mercado dominado por el imperio japonés. La razón por la que me quedo mirando, a parte de la visual, es porque en Brujas, hace dos días, me comí unas patatas con mahonesa en la Plaza Burg, mientras un sujeto se llegaba al lugar al lomos de una, sin duda, demasiada casualidad. 

"¿Has visto esa moto? es la misma de Brujas" - le comento a mi novia - 
"Que va a ser esa la moto" - me responde con autoridad y muy firme ella. 
"Te apuesto una cena a que esa es la misma moto que la que vimos en Brujas" - le reto con la seguridad de saber que me suelo quedar muy bien con los detalles. 
"Bueno, pues cuando volvamos del museo esperamos al tío hasta que venga a recoger su moto, pero vas a perder". 

Con las espadas en alto, posponemos la apuesta hasta nuestro regreso de Amsterdam, abandonamos el hotel, cercano al aeropuerto y vamos rumbo a la capital holandesa. Ponemos la dirección del Museo de Anna Frank en nuestro GPS, y con la esperanza de que no nos la líe entramos en todo el centro de la ciudad. Si Francia fue el país de los camiones, Paris y Bruselas un completo caos de coches, Amsterdam esta tomada por las bicicletas, las cuales discurren libres en su hábitat entre innumerables calles, que se cortan en perpendicular, empedradas o asfaltadas, peatonales o no, las bicis lo invaden todo. Tanto es así,  que cuando entramos en una calle peatonal nos cruzamos con una chica que parece no estar muy conforme con mi maniobra y se pone a mi lado quizá con la hostil intención de cruzarse o chocarse con nosotros. Al menos su mirada desafiante mi hizo estar preocupado, hasta que me di cuenta de que estaba loca si creía que con una bici de 15 kgs podría tirar una moto de casi 300 cargada hasta los topes. Con un acelerón la pasamos y continuamos nuestra búsqueda de Anna Frank. La verdad es que para ser un ciudad casi sin coches, las bicis no restan un ápice de estrés a los locales que circulan. En nuestra vuelta de reconocimiento podemos apreciar como las bicis se pitan y entrecruzan, se entremezclan entre tranvías y coches, etc. Sin embargo, entre el desconcertante caos, todo parece guardar un tácito orden. Aunque la cara de los holandeses puede ser un poco estresada y malhumorada, lo cierto es que el civismo, la educación y el respeto a los demás se deja sentir. Amsterdam y sus habitantes son algo especial, un cierto aire bohemio se respira en el ambiente. Sin duda, cuna e inspiración de grandes artistas y escritores a orillas del río Amstel, como Van Gogh o Rembrandt.


A orillas de este río y después de un leve callejeo llegamos al Casa Museo de Anna Frank, y lo primero que nos saluda es la cola de visitantes que esperan entrar. Afortunadamente, no es muy larga, así que la jugada ha salido perfecta. Aparcamos a la vera del Amstel, con un poco de cuidado no vaya a ser que la moto engrose la larga lista de vehículos de dos ruedas (bicis) que se recupera cada año del fondo de los canales de esta ciudad. Por fin hemos llegado a la entrada de la casa, toca pagar los 9 euros por persona, pero estoy seguro de que la experiencia valdrá la pena, ya que vamos a ser testigos de uno de los relatos más sobrecogedores de los miles que hay sobre la gran guerra, pero también de uno que lanza un mensaje de esperanza para que los hechos que narran estos muros no se vuelvan a repetir jamás. Franqueamos la puerta y entramos, la emoción nos invade, pero ¿quién fue realmente Anna Frank? Vamos a descubrirlo juntos. 


Entre estos muros seremos testigos, sin duda, de un trozo de historia, que aún sigue viva más de 60 años después de la Guerra y del que esperamos descubrir muchas cosas. La casa tiene varias plantas y dependencias donde se pueden ver vídeos de los supervivientes de Auschwitz o Bergen-Belsen que compartieron vivencias con la protagonista del museo. Hay también numerosos murales como era el clima político en la Amsterdam de los años 40, también se exhiben objetos de la época y de la propia Anna, como fotografías, libros, ropa, etc. Todo esta expuesto para hacernos viajar a ese período tan convulso de la Europa de mitad de siglo. Leyendo en inglés, los subtítulos de documentales o los murales, uno se impresiona de cuan diferentes eran las cosas por esos años. Lo poco que importaba la vida, la persecución de las minorías, las atrocidades con mujeres y niños, el hambre, la escasez, etc. Aunque puede compungir un poco todas las imágenes, es necesario, conocer esta parte de la historia. Porque sólo conociéndola puedes evitar que se repita. Eso mismo debió pensar Anna, una niña de 13 años que se puso a escribir para dar testimonio de toda esta barbarie perpetrada por los nazis con la esperanza de que tuviera su eco en la Humanidad y no se volviera a repetir. Sin duda, la exposición nos traslado todos esos sentimientos, aunque lo más impresionante del Museo fue acceder a las dependencias donde Anna pasó dos años y medio con su familia durante la ocupación alemana de los Países Bajos. El acceso era por una falsa estantería de la biblioteca, bastante bien disimulada. Es increíble ver como 8 personas pudieron resistir allí sin levantar ninguna sospecha. Pasar unos minutos entre sus muros te da una idea de como tuvieron que ser esos días, donde estaba vetado hacer ruido durante el día y solo había algo de relajación por la noche, donde había que matar el tiempo como fuera, leyendo o estudiando, y todo ello con las estrecheces del lugar y la falta de medios. A pesar de ello, se las ingeniaron para sobrevivir, y aislarse como en un burbuja del mundo exterior, una burbuja que, por desgracia explotó el 1 Agosto de 1944 cuando fueron descubiertos por el chivatazo de un informador anónimo, que dio cuenta a los nazis del escondite de la familia Frank. Tras nuestro viaje por los tiempos de Anna Frank concluimos nuestra visita en la planta baja, donde la empezamos. Pero ante se presenta una especie de sala llamada "La Sala de la Tolerancia", creo. Su funcionamiento es sencillo: En el centro hay unos cubículos para sentarse, donde la gente visiona unos vídeos, por ejemplo, nosotros vimos el de un militar que ha declarado ser gay en Estados Unidos. El video da un análisis exhaustivo y resumido de las opiniones en contra y a favor de esta postura y a su conclusión es el espectador quien debe dar su opinión votando lo que crea más conveniente. Después, los resultados se exponen en una infografía, una cosa curiosa, pero que también da mucho que pensar sobre cuanto hemos avanzado como sociedad desde los tiempos de Anna Frank.



 Salimos del Museo con el atardecer cerniéndose sobre nosotros, es el momento de conocer más sobre Amsterdam. Comenzamos serpenteando entre el incesante tráfico de bicis y coches, cuidando al máximo, de no resbalar por los railes del tranvía y de mantener la compostura de nuestra moto ante la interminables calles adoquinadas. Nuestra primera visita es, casi improvisada y de camino, el "Homomonument"
Que es un triángulo rosa, erigido en memoria de los homosexuales detenidos en campos de concentración durante la época nazi, aunque más tarde ha sido adoptado por el movimiento de liberación gay. Además del triángulo en el canal, que tiene una serie de escaleras que llevan a la altura del agua, donde se colocan a menudo coronas de flores, existe un triángulo de 60 cm de altura y otro a nivel de la calle. Los tres triángulos equiláteros, de 10 metros de lado, juntos forman un triángulo mayor, de 36 metros de lado, conectados entre sí con una fina hilera de ladrillos de granito rosa. La alineación de los tres vértices del triángulo mayor, tienen significado simbólico. Uno apunta hacia la plaza Dam, y simboliza el presente. Otro apunta hacia la casa de Anna Frank, que simboliza el pasado. En el triángulo que señala hacia la casa de Anna Frank está grabado un verso del poeta judío y homosexual Jacob Israël de Haan (1881-1924): Naar Vriendschap Zulk een Mateloos Verlangen («Tal deseo infinito de amistad»). El tercer vértice, que simboliza el futuro, señala hacia la sede de COC Nederland, el grupo de liberación gay neerlandés fundado en 1946, que lo convierte en la organización LGBT más antigua del mundo que sigue en funcionamiento.


Aprovechando el rumbo que nos marcan los vértices del triángulo y ya que hemos visitado el Museo de la ciudadana mas ilustre de Amsterdam, nos dirigimos hacia otro de los puntos mas importante de esta ciudad: La Plaza Dam, centro neurálgico de la ciudad, con un obelisco de 22 metros que corona los dominios de esta plaza, en honor de los soldados holandeses caídos en la II Guerra Mundial, donde además hay tiendas de lo más curiosas. 


También en esta plaza se puede disfrutar del Palacio Real, antigua sede del Ayuntamiento y la Iglesia Nieuwe Kerk. Seguimos descubriendo más cosas de Amsterdam como por ejemplo, sus famosos canales, los cuales fotografiamos con fervor. No en vano, la capital holandesa es famosa por ellos, también por sus museos como el de Van Gogh o Rembrandt, o el Madame Tussaud (el museo de cera),y otros más mundanos como el del sexo o las torturas, todos ellos encabezan una lista que hace de la capital holandesa la ciudad con más museos por metro cuadrado del mundo.

Sin embargo, decidimos suspender cualquier atisbo de visita. Pensamos que es más importante sumergirse en la urbe, más que gastar nuestro escaso tiempo haciendo colas de aquí para allá. Aunque, porque no, ya que se acerca la hora, y por petición de M Carmen decidimos ir al Museo Heineken a orillas del río Amstel. Metemos la localización en el GPS, y cruzamos Amsterdam, entre bicis, para llegar a este famoso lugar. Por desgracia, no llegamos a tiempo de verlo, ya que acaba de cerrar. Lo cierto es que a M Carmen le hacía mucha ilusión ver el sitio donde se produce una de las mejores cervezas del mundo, pero no pudo ser. Como premio de consolación, ella se toma una en un bar cercano que hace esquina, yo por supuesto, Coca-Cola, que tengo que conducir.




La noche, finalmente, se ha cernido sobre nosotros, pero en una visita relámpago a Amsterdam no podemos dejar de pasar por uno de los lugares más turísticos e inevitables: El Barrio Rojo. Llamado así por el color de las luces que iluminan los locales donde se exhiben, en una especie de escaparates, las prostitutas que trabajan en esta zona de la ciudad. La prostitución en Holanda está completamente legalizada en zonas designadas para ella y eso desde 1911. Aunque Amsterdam no es la única que tiene Barrio Rojo del país: Utrech, La Haya, Haarlem y Groningen. E incluso creo que en Hamburgo hay uno, por supuesto, todos ellos ligados con lo prohibido. 

A lo mejor de tanto ver cosas prohibidas me da por pecar... saciando nuestra hambre con unas famosas y socorridas patatas con mahonesa, que probé en Brujas y que me están empezando a enganchar. Mi novia, no le hace gracia, pero al menos, hacemos un alto en el camino y comentamos cosas de esta ciudad tan bohemia, moderna e interesante, mientras la chica nos prepara el snack. De repente, algo sorprendente sucede: Resulta que la chica nos escucha hablar y es española, se llama Rosa, es de Barcelona y lleva unos dos años en Amsterdam. ¡Que alegre coincidencia!, sin querer volvemos a tener contacto, con una compatriota. Esta vez el contacto es mas cercano, al contrario que en Burdeos, y no dejamos pasar la ocasión de hablar con ella. Evidentemente, nuestra historia es fácil de contar aunque difícil de asimilar para oídos no acostumbrados a estos relatos aventureros. Nos centramos en la historia de ella y de como al terminar sus estudios fue a ganarse la vida a Holanda, ante la falta de oportunidades. Nos comento sus difíciles comienzos y la dificultad idiomática, con el ingles y el holandés. También le costo aclimatarse a días menos luminosos que los de España y al carácter peculiar de los holandeses. Pero ahora esta muy asentada, compartiendo negocio con otro español, llamado Jordi y con la lógica morriña hacia su tierra, pero con la alegría y la ilusión de la experiencia que esta viviendo. En ese momento se presenta el mencionado Jordi, al cual saludamos y nos marchamos del local entre risas. Es bonito ver lo reconfortante que es sentirse durante unos minutos, rodeado de la amabilidad de unos extraños, como en casa. Supongo que nos han hecho sentirnos un poco menos lejos de nuestra patria, a pesar de los casi 3000 kms recorridos y la semana de camino.

Continuamos examinando estas concurridas calles, pero inmediatamente volvemos a hacer un alto en el camino. Llamados por el reclamo del fútbol, no habíamos caído en que España se estaba jugando con Italia la semifinal de la Copa Confederaciones. Así que nos quedamos fuera del local, gorroneando un poco de TV con las sabrosas patatas como aperitivo. Mientras nuestro país se las tenia con los transalpinos, salió del local un hombre de color, que en un principio nos dejo un poco cortados. Creíamos que nos iba a echar, pero no fue así. Al instante, y sin saber como detecto que éramos de España, y aprovechando eso y el partido de fútbol se puso a hablar con nosotros en ingles. Se llamaba Lawrence y era de Surinam, antigua colonia de Holanda en Sudamérica, como el famoso futbolista holandés Seedorf. Mientras conversaba con el, intentaba servir de traductor simultáneo para mi novia, esta era la única forma de que no se perdiera la interesante conversación. Lawrence nos comento que antaño fue un motero viajero como nosotros. Recorrió los Alpes por todos los pasos que tiene, que son unos cuantos, dio la vuelta a Alemania y llego hasta la costa croata, con una Kawasaki Z, moto no muy apta para viajeros intrépidos y mas para depredadores de curvas, como el mismo asevero. Nos comento que su madre es española y su padre de Martinica, por lo tanto, en cierta forma tiene el corazón dividido, pero siente cierta simpatía por todos los españoles que se acercan por su ciudad. Por supuesto, no faltaron referencias a la famosa final del Mundial de 2010 que ellos perdieron contra nosotros en Sudáfrica, y es que Holanda podría atesorar ya tres mundiales los de 1974 y 1978. Sin duda, debió dolerles, pero como el mismo nos admitió, esa fue la final en la que menos méritos hicieron para ganar, al contrario que las otras dos ediciones. Después de hablar de Lawrence, su país, orígenes, Amsterdam, se intereso por nosotros y nos pregunto que hacia unos españoles por allí con ropa  motera. Nos pregunto si íbamos hacia Assen, y es que, casualidad de nuevo, ese fin de semana era el MotoGP en la llamada meca del motociclismo europeo, Asen. En ese momento, me acorde de: "¿Quien sabe?", a lo mejor el destino de nuestro motero misterioso de BMW era ese, pero aunque nos hubiera gustado ir, no era ese nuestro destino. El nuestro, era unir el punto mas al sur con el punto mas al norte del continente europeo. Lawrence se quedo impactado y casi sin articular palabra, se intereso por las vivencias de nuestra primera semana de aventura, corta pero intensa. Desde luego hubo mucho …que contar. Nuestro cicerone holandés, nos invitó a pasar a tomar una copa, pero la declinamos porque queríamos seguir explorando la noche del Barrio Rojo. Tras la afectuosa despedida, seguimos nuestra senda hacia el canal, en eso que nos paramos en otro bar, y vemos como España derrota a Italia en la tanda de penaltis, pasando a la final de la Copa Confederaciones que la enfrentará a Brasil. En ese instante, no pude contenerme y grité a los cuatro vientos: "¡¡¡España, España, España!!!", en una explosión de euforia sin igual que me llevo a abrazarme con M Carmen. Abrazo que queda ahogado entre la frenética actividad del lugar. Sin embargo, conseguimos arrancar alguna sonrisa de los que caminan por allí, seguramente algún turista español, que pensaría que estabamos chalados, no obstante, ninguno se unió a nuestra celebración improvisada. Con esta alegría, seguimos explorando el Barrio Rojo, con su riqueza de contrastes y vida. Tanto nos sumergimos en la vida nocturna de la ciudad, que perdemos totalmente la noción del tiempo y del espacio, es casi media noche y no sabemos donde estamos. Afortunadamente, no seguimos un camino muy complicado para entrar en los entresijos del Barrio Rojo, fue coger el canal y volver a reorientarnos. Desandamos, aliviados, el camino, y de repente, comienza a llover con timidez, sin duda es hora de marcharse a casa.


Ponemos rumbo al hotel, prematuramente, pero con la satisfacción de haber disfrutado de una gran ciudad. Paseando por las calles de Amsterdam, además de las consabidas “tentaciones“ también hemos disfrutado de un barrio bohemio con una actividad frenética, intensa y activa. Pubs, bares, se funden a la perfección con bares de alterne, y de ambiente gay, sin ningún problema. A pesar de ser este país el paradigma de la libertad y de la tolerancia, no hemos visto en absoluto, caos, ni descontrol por ningún sitio. Todo esto me hace pensar si esta es la libertad que queremos los españoles y si en caso de tenerla seriamos capaces de gestionarla con tanta diligencia como los holandeses. Sin duda, nos queda mucho por avanzar como sociedad y como país, para que unos extranjeros en nuestras fronteras, se sientan como nosotros nos hemos sentido aquí. Estas reflexiones monopolizan nuestro viaje de vuelta entre una lluvia incipiente y un asfalto cada vez más resbaladizo. Por fin llegamos al hotel, nos ponemos a cubierto y ponemos a cargar nuestros gadgets, es hora de descansar y prepararnos para la siguiente etapa. Mañana será un día duro, nos espera Alemania, pero antes tendremos que desafiar a los elementos cruzando el gran Van Harinxmakanaal, un canal artificial de 38 km de longitud, que atraviesa el mar de Frisia y que une las localidades de Wieringen y Leeuwarden. Podríamos cruzar los Países Bajos de manera más directa, pero seguro, menos emocionante que rodar sobre las aguas plagadas de islas artificiales. A pesar de la emoción de la jornada que nos espera hay algo más que no me deja dormir, y es que al entrar en el hotel entre el aguacero pude ver como la BMW S1000 RR había desaparecido. Su dueño ha reemprendido su camino y yo me he quedado sin mi apuesta ganadora. ¿La volveremos a ver en la siguiente etapa?