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domingo, 6 de enero de 2013

El día de la ilusión

Hoy es 6 de Enero de 2013. A las 09:30, voy con mi familia a la casa de mi hermana. Mi sobrino duerme, pero espera ávido, los regalos que habrán dejado sus majestades. Tras un rato, hace su entrada la estrella de la fiesta y comienza a desenvalar en estricto orden los regalos. Me quedo corto en palabras al describir esa emoción previa a la apertura del regalo y la explosión de alegría posterior. Es toda una delicia ver la ilusión reflejada en su rostro. Un regalo del cielo de poder ver, a través de su ojos esa ilusión que casi se puede palpar y que resulta contagiosa.

Mientras jugaba con mi sobrino llegó el mediodía. Y poniendo la TV sin querer, aparece justo el numero premiado con el Gordo del Niño. ¡Que casualidad! No hubo emoción ni espera, el numero agraciado fue el 30875. Por lo tanto la papeleta ganadora de nuestro particular sorteo fue la 875. Pero,¿a quien le habría tocado?Inmediatamente, y por desgracia, descarté a nuestras amistades del Pais Vasco y Madrid, también a algunos compañeros del trabajo. Ya que les había vendido las 400 primeras. La papeleta era, sin duda, una de las que había vendido en el último mes. Aunque no me acordaba quien la tenia o a quien se la había dado. Asi que, sin más dilación cogí un papel donde tenía anotadas las que no se habían quedado en el tintero y... ¡Bingo! Entre las 60 papeletas sin vender encontré este número. No pude salir de mi asombro: Después de haber vendido el 94% de las papeletas, tocó el premio en el 6% restante. Que caprichosa es la diosa fortuna, ni aposta hubiera salido asi. El número en cuestión lo tenía una compañera de trabajo en Madrid, llamada Charo. La pobre me llamó la noche anterior para decirme que sólo había vendido 25 papeletas de las 50 que le dí. Se ofreció incluso a comprarme las que no había vendido, pero rechace su ofrecimiento porque ya me parecía bastante ayuda la que me había dispensado. En un último arreón vendió once más. Dejando el listón en 36 con 14 desiertas. Lo cual agradezo profundamente. Entre ellas, estaba la afortunada o maldita, según se mire, ya que ella pudo haberse llevado nuestra cesta, de aceptar su marido Ruben comprarla.

Con la noticia fresca del sorteo la llamé para decirle lo que había pasado. Y claro, como era de esperar, ella tenía el pesar de tener la papeleta en sus manos, pero no poder cobrarse el premio finalmente. Aún asi, estaba muy contenta por haberme ayudado en este gran proyecto y a su vez algo decepcionada de ver como en fechas tan señaladas los que más tienen son precisamente los que menos dan. En esa larga conversación telefónica de la víspera también hablamos del absoluto rechazo que produjo este proyecto entre sus compañeros, con comentarios cuando menos hirientes que le afectaron mucho.

La bondad de sus palabras me hizo desear por un momento, darle la cesta a su merecido esfuerzo. Pero han sido tantos los que los han merecido... Desde los que te compraban una papeleta, te daban un consejo o su apoyo, hasta los que han colaborado como vendedores, que no tendría cestas suficientes ni palabras para darles las gracias. Gracias, por hacerme creer que este sueño es posible y por ponermelo un poco más fácil, haciendo que esta vuelta a Europa en moto sea un poco más corta.

En esta serie de menciones, debo hacer una más aunque de manera breve: A mi madre, mi novia y mi reciente amigo Toni. Por supuesto, me dejo muchos más a los cuales también agradezco su esfuerzo y dedicación. Pero entre ellos 3 y sin mucho ruido vendieron la mitad de las papeletas. En una sociedad que nos relativiza cada vez más como individuos es bonito ver como una persona puede marcar la diferencia y mostrarnos el camino. Que grandes empresas siempre comienzan con pequeños pasos, alimentados por la ilusión del que no se resigna a conseguir su sueño.

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